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Actualizado: 22 de julio de 2025
Diógenes no era como Sabadell, que jamás se apeaba de su papel de gran señor, y lo mismo gastaba en boato y en caprichos en tiempo de las vacas gordas que en tiempo de las flacas, con la sola diferencia de pagar en los de aquellas y no pagar en los de estas.
Los que quieren pescar, tienen un río y un lago; los que prefieren la caza pueden cazar en los bosques ó en la llanura... ¡Aquel es un boato real! En nuestro siglo los artistas son los reyes del universo. Á esos no se les destrona, ni se les arroja á tiros, ni se les insulta en los periódicos.
Allá por los años de 1790, los Porreños eran muy ricos, tenían gran boato y gozaban de mucha preponderancia en la Corte. Entonces Paz tenía diez y nueve años, y era tan fresca, robusta y coloradota, que un poeta de aquel tiempo la comparó á Juno.
Al través de las sonrisas de la niña, de su modestia y rubor, creía observar un sentimiento de hostilidad que a menudo la desconcertaba. La esposa de Osorio continuaba desplegando el mismo boato, esparciendo profusamente el dinero a despecho de la ruina inminente de su esposo, que tanto había alarmado a Pepa Frías. Esta ruina no había estallado como se pensaba.
Antes faltaba en la iglesia el campanero que ellos a oír una de las primeras misas, cuándo no la del alba; confesaban y comulgaban todas las semanas; de cuando en cuando hacían ofrendas en metálico para mayor boato del culto; vestían a los santos, y hasta solían llevarse a su casa ropa de altar y sacristía, devolviéndola limpia, planchada y rizada primorosamente.
Cervantes tiene razón en celebrar el rumbo, el tropel, el boato y la grandeza de las comedias de Guevara. Los dramas superiores de este poeta son los fundados en la historia nacional. El más notable, bajo todos los aspectos que se le considere, es el titulado Si el caballo vos han muerto, y de tan rara excelencia, que puede contarse entre los sobresalientes de este género del teatro español.
En este siglo no hay milagros, y con quince mil duros de capital no se sostiene un carruaje ni el boato que tú gastas. Lo sé todo; y si no, escucha. Y don Juan, con gran abundancia de detalles, como hombre versado en los negocios, fue describiendo a su hermana el estado de su fortuna.
Así, cuando el brigadier, rendido a tanta hermosura, se resolvió a pedir su mano, entregola apresuradamente como si fuera un peso que la molestase: y no reparó en la diferencia de edad, ni en la figura quijotesca del pretendiente, ni en la viudez, ni en el hijo que estaba allá por Madrid: todo era nada comparado con el magno problema que se resolvía: casarse y vivir con boato en la corte.
Así, pues, al mismo tiempo que hizo llamamiento de sus alcaides y capitanes, y que sus escuadrones y jinetes, así africanos como andaluces, se juntaban, apresuraba el Sultán mancebo sus bodas, que habían de ser con todo el boato, gala y riquezas que los monarcas granadinos acostumbraban ostentar y derramar en las ocasiones solemnes, y por cierto que para un corazón enamorado nada de más solemnidad y grandeza que el día en que iba a poseer el objeto por quien tanto se ha anhelado.
De repente, y sin que le hubiese caído lotería ni heredado en América a tío millonario, se le vió desplegar gran boato, dando pábulo y comidilla al chichisbeo de las comadres del barrio y demás gente cuya ocupación es averiguar vidas ajenas. Ratones arriba, que todo lo blanco no es harina.
Palabra del Dia
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