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Disminuyó gradualmente la presión de sus manos; miró a Sarto, a Federico y volvió a clavar los ojos en ; después, repentinamente, vaciló, cayó hacia adelante en mis brazos, y yo, con un grito de dolor, la estreché sobre mi pecho y besé sus labios. Sarto me tocó el brazo.

Para desterrar la costumbre de jurar, que suele reinar entre soldados y marineros, se impuso pena, á que todos se obligaron, de quien quiera que faltase, hubiese luego de besar el suelo, diciéndole los presentes: Viva Jesus, bese el suelo.

El sol se levantaba por detrás de la torre de la iglesia y la coronaba con sus rayos como una pálida aureola; el aire estaba cargado de vapores húmedos y, a través de la niebla que nos envolvía, se nos hubiera podido tomar por sombras que erraban entre las sepulturas. Comprendí que era la hora de separarnos, besé tiernamente a Guillermo y abandoné el cementerio.

Así fué que al desembarcar de la galera en la playa de Boyne besé la tierra, porque hacía ya ocho años que no la veía, como os he besado á vos, bella ventera, porque de Boyne aquí apenas si he visto media docena de buenas mozas, y ninguna tan apetitosa como vos.... Pero ¡por mi espada! que esos bribones se han largado con la carga, exclamó lanzándose hacia la puerta. ¡Hola! ¿estáis ahí? ¡Entrad luego, truhanes!

Con los santos, mucha humildad; con los hombres, todo soberbia. Por dar lustre al altar, sería usted capaz de lavarlo con sangre, y robar para adornarlo. Aquí concluyó nuestra entrevista. Ahora, recomiende Vd. a su madre que haga penitencia, o que bese alguna reliquia, para que Dios la perdone el mal causado.

La muerte va con nosotros desde que nacemos. Yo siento sus pasos en esta casa vacía.... Esta casa que parece también estar muerta, toda silenciosa, toda fría, toda oscura, huérfana de la pobre alma.... ¡Yo no cerré sus ojos, ni besé sus manos de cera! ¿Por qué al menos no me esperasteis para dar tierra a su cuerpo? Se corrompía todo, señor. ¡Miseria de la carne! Los gusanos le corrían.

Nos vimos en el Acuario, y yo fuí la que te besé, al mismo tiempo que deseaba el exterminio de los hombres... ¡de todos los hombres, menos ! Hizo una breve pausa, elevando sus ojos hacia él para apreciar el efecto de sus palabras. Acuérdate de nuestro almuerzo en el restorán del Vomero; acuérdate de cómo te rogué que te marchases, abandonándome á mi destino.

En el comedor, me encontré al salir con la de Grevillois, que estaba poniendo su modesta mesa. ¿Qué ocurre? exclamó al ver mi cara descompuesta. Luciana se lo dirá a usted. Besé con respeto aquella mano laboriosa y arrugada y pasé aquel umbral que no veré más, dejando detrás de los sueños febriles de un año y las ruinas de mi tardía juventud. Ya estoy libre... pero solo...

Y sacó el lazo por encima de sus hombros; pero al ver que el joven permanecía inmóvil, como si en su presencia perdiese toda iniciativa, le presentó la mano derecha con una majestad cómica: Bese usted, mister Watson, y no sea mal educado. Aquí en el desierto va usted perdiendo las buenas maneras que aprendió en su Universidad de California.

¡Quién lo duda, bobito! exclamó Feli . tienes mucho talento: eso lo he dicho yo desde que te conocí. Deja que te bese esa frente donde guardas tu talentazo; deja que te acaricie con los labios ese almacén de donde sacas tus cosas bonitas. Oprimía entre sus brazos la cabeza del amante, la besaba enardecida, como si quisiera morder su frente enorme y rugosa.