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Actualizado: 26 de septiembre de 2025
El arcediano y el beneficiado vieron a la Regenta salir de la catedral y juntos se fueron hablando del suceso para esparcir por la ciudad tan descomunal noticia. «No pensaban hacer comentarios. El hecho, puramente el hecho. ¡Dos horas!». En efecto, había sido mucho tiempo. El Magistral no lo había sentido pasar; doña Ana tampoco. La historia de ella había durado mucho.
Y contestaba Glocester, al oído del beneficiado: Es que ya no tiene vergüenza; se ha puesto el mundo por montera. Debe de haber pasado algo gordo... ¿A qué crimen alude usted? Al de adulterio... Ps... yo creo que... todavía están algo verdes. Sin embargo, por él no quedará, y el crimen es el mismo.... A Glocester le disgustaba figurarse al Magistral vencedor de la Regenta. Era caso de envidia.
¡Ah, hermano... hermano! dijo Esteban con expresión de cariñoso reproche . ¿De qué te ha servido tanto leer periódicos y libros? ¿Para qué ese deseo de arreglar lo que está bien, o si está mal no tiene arreglo posible...? De seguir tranquilamente tu camino, serías beneficiado de la catedral, y ¡quién sabe si te sentarías en el coro, entre los canónigos, para honra y amparo de la familia...! Siempre tuviste mala cabeza, por lo mismo que eres el más listo de entre nosotros. ¡Maldito talento que a tales miserias conduce...! ¡Lo que yo he sufrido, hermano, enterándome de tus cosas! ¡Cuántas amarguras desde la última vez que pasaste por aquí!
No, señor; esa es la excepción.... Y mire usted que venir en carruaje descubierto.... Y junto a ella... Y apearse aquí se atrevió a decir el beneficiado. Justo; tiene razón este... apearse aquí... Señor Arcediano, permítame usted decirle que su colega de usted está dejado de la mano de Dios.
De uno de estos escondites salió, al pasar el Provisor, como una perdiz levantada por los perros, el señor don Custodio el beneficiado, pálido el rostro, menos las mejillas encendidas con un tinte cárdeno. Sudaba como una pared húmeda. El Magistral miró al beneficiado sin sonreír, pinchándole con aquellas agujas que tenía entre la blanda crasitud de los ojos.
De la misma cantera proceden el derrengado y malicioso Arcediano, a quien por mal nombre llaman Glocester, el Arcipreste don Cayetano Ripamilán, el beneficiado D. Custodio, y el propio Obispo de la diócesis, orador ardiente y asceta.
Uno de ellos europeo, y tal vez el mas beneficiado de sus paisanos, compañero diario de sus mesas, cerró las puertas para que ninguno pudiese acogerse á su clausura, despidiendo inhumanamente y con la mayor violencia, á D. Francisco Duran y D. José Arijon, de respetable ancianidad que lo intentaron.
También estimaba mucho a Meléndez Valdés y no poco a Inarco Celenio. Había venido a Vetusta de beneficiado a los cuarenta años; treinta y seis había asistido al coro de aquella iglesia y podía tenerse por tan vetustense como el primero. Muchos no sabían que era de otra provincia. Además de la poesía tenía dos pasiones mundanas: la mujer y la escopeta.
Hay que observar que las que siguieron eran cada vez más expresivas, por no decir picantes, y que entre una y otra el beneficiado de la catedral dirigía por debajo de sus negras y largas pestañas miradas provocativas a la joven regordeta que había cantado el rondó de Lucía. Después supe que era su maestro de música. Aplaudimos esta vez más sinceramente. ¡Olé el presbítero! gritó D. Acisclo.
Eran por este tiempo muy usadas las resignas y permutas aun en beneficios desiguales: así este prebendado fué primero canónigo, luego racionero, y por último beneficiado de Hornachuelos, conservando la chantría. En agosto de este año se acabó el altar que hizo á S. Leandro y S. Isidoro el racionero Juan Garcia de Henares.
Palabra del Dia
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