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Actualizado: 11 de junio de 2025
El panorama que desde allí se contempla es muy bello, pues de un lado se registra el valle del Rin en la parte superior, y del otro, hácia abajo, se abarca el interesante conjunto de Coblenza, los dos rios, el gran puente de barcas echado sobre el Rin, que comunica la ciudad con el arrabal ó pequeña villa de Thal-Elhrembreitstein, y el ferrocarril que penetra á Coblenza por la márgen izquierda del gran rio; y todo eso rodeado por una vasta comarca muy accidentada y pintoresca.
Comunicábanse con la orilla por medio de puentes móviles, bajo los cuales, atadas a aquella selva de estacas, se balanceaban en el agua gran número de barcas apareadas hechas de troncos de árboles ahuecados, y provistas de un puente de unión, de palos y de velas. Los papúes atravesaron los puentes y entraron en la aldea a los gritos de júbilo de sus habitantes.
En el puerto, los pescadores, disfrazados de musulmanes y de guerreros cristianos, fingían a trabucazos y estocadas sobre sus pobres barcas una batalla naval, o se perseguían por los caminos inmediatos a la costa.
Aquel maleconcito de morrillos, diminuto como es, tiene, con todo, demasiado espacio. Vi en él algunas barcas abandonadas, inútiles. Hoy día la pesca hase vuelto estéril, pues el pescado huye. Etretat languidece, perece, junto á Dieppe macilento.
Los amos de las barcas se calientan el caletre buscando un nombre bonito para pintarlo en la popa. Una, la Purísima Concepción; otra, Rosa del Mar; aquélla, Los Dos Amigos; pero llega la gente con su manía de sacar motes, y se llaman La Pava, El Lorito, La Medio Rollo, y gracias que no las distingan con nombres menos decentes.
Con cuatro barcas pesadísimas é inadecuadas para tal viaje, había salido de Carmen de Patagones, en la costa atlántica, llevando por tripulación unos sesenta hombres. Este puñado de marineros se internaban en un país totalmente inexplorado, en el que vivían los indios más irreductibles y feroces.
En cuanto á los pasajeros, ellos entran y salen de los vapores y los botes ó faluchos, ya llegando hasta la orilla misma, cuando la marea lo permite, ya pasando por una serie de viejas barcas formando puente y que terminan en muelles de madera establecidos hácia el centro del rio.
Era la playa de Torresalinas, con sus numerosas barcas en seco, el lugar de reunión de toda la gente marinera.
Levantóse en pie mi hermana, y, echándose sus hermosos cabellos a las espaldas, tomados por la frente con una cinta leonada o listón que le dio su ama, hizo de sí casi divina e improvisa muestra; que, como después supe, por tal la tuvieron todos los que en las barcas venían, los cuales, a voces, como dijo el marinero, que las entendía, decían: "¿Qué es esto? ¿Qué deidad es ésta que viene a visitarnos y a dar el parabién al pescador Carino y a la sin par Selviana de sus felicísimas bodas?"
No lejos del monumento, se encontraba la Cruz de la Charanga, nombre éste que también se daba á uno de los álamos, el más corpulento y que más sobresalía entre los allí plantados, y alrededor del cual se formaban aquellas tertulias de desocupados de que habla don José Somoza en sus Recuerdos y en el artículo El árbol de la Charanga, donde dice pintando lo agradable de aquel lugar: «...A la izquierda está el Paseo del Arenal, paseo siempre concurrido; á la derecha el puente de barcas y un dilatado horizonte azul, por el que se oculta el sol en su occidente por entre una multitud de palos y velachos de embarcaciones ancladas.»
Palabra del Dia
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