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Actualizado: 11 de mayo de 2025


En todo el trayecto se van encontrando numerosas barcas marinas, ancladas ó navegando, que suben ó bajan á remolque ó aprovechando las mareas y los vientos. Asi, el Guadalquivir tiene un aspecto comercial que prepara al viajero al movimiento económico de Sevilla, bastante animado y considerable.

Los vendedores de la tierra pasaban ofreciendo cajas de cigarros empapelados de plata, con las marcas más famosas de Cuba, a pesar de que procedían de las fábricas de Tenerife. A cada momento abordaban nuevas barcas al trasatlántico cargadas de fardos. Sus conductores subían la escala con agilidad simiesca, y tendiendo una cuerda izaban las mercancías, estableciendo a continuación un nuevo puesto.

A las diez habían perdido de vista la tierra; únicamente se veían por la parte de popa las velas lejanas de otras barcas, como aletas de peces blancos. ¡Pero Antonio! exclamó el compadre . ¿Es que vamos a Orán? Cuando la pesca no quiere presentarse, lo mismo da aquí que más adentro. Viró Antonio, y la barca comenzó a correr bordadas, pero sin dirigirse a tierra.

Por último, el rio desciende por un cauce rocalloso y tortuoso, limpio y cristalino, y soportando en sus ondas algunas barcas y numerosas balsas de maderas. Heidelberg, como ciudad, no tiene ninguna otra particularidad artística que una casa antiquísima de los mas raros pormenores y formas, resto de la época feudal, que los excursionistas admiran siempre.

Al pié se desarrolla la ciudad como un jardin de los mas variados contornos y colores; despues se extiende el vasto lago, tranquilo y murmurante, lleno de luz y poesía y surcado por numerosos vapores, buques de vela y barcas y faluchos de remos, y limitado en su márgen meridional por la barrera abrupta, rocallosa y severa por su sombría vegetacion, que forman las montañas de Saboya ó de la antigua provincia de Chablais.

Pero el conde se sintió interesado por este cráter muerto y solitario en medio de un mar que sólo frecuentan las barcas de pesca. Ferragut había visto igualmente, aunque de lejos, al entrar en el puerto de Trápani, el archipiélago de las Egades, donde existen grandes pesquerías de atunes. Había desembarcado una vez en la isla Pantelaria, situada á medio camino entre Sicilia y África.

Lo , Horn; pero te repito que no es un fanal; de eso estoy seguro. ¡Calle! Veo otro punto luminoso más al Norte y que parece ir al encuentro del primero. Entonces son barcas de salvajes. Me lo temo. Mal encuentro, capitán. Si al alba nos descubren nos darán caza. ¿Serán australianos? preguntó Cornelio.

Cruzaban embarcaciones cubiertas de los purpúreos reflejos del sol, a flor de agua se encendían luces, las de los faros, con destellos e intervalos de relámpago, fijas y amarillentas las de los buques fondeados en la rada, resinosas las de las barcas pescadoras.

Los lobos de mar, con su ídolo al frente, abriéronse paso para echar al mar una de las barcas. Rojos, congestionados por el esfuerzo, con el cuello hinchado por la rabia, sólo consiguieron mover la barca y que se deslizara algunos pasos.

Estaban habituados a aquella catástrofe casi anual, la inundación era un mal inevitable de su vida y lo acogían con resignación. Además, hablaban de los telegramas recibidos por el alcalde con expresión de esperanza. Al amanecer tendrían auxilio. Llegaría el gobernador de Valencia con los marineros de guerra y se llenaría de barcas la laguna. No quedaban más que unas cuantas horas de espera.

Palabra del Dia

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