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Actualizado: 18 de junio de 2025


Y don Santiago se reía como unas castañuelas, porque era así. Estaba embutido en su sillón, con la pierna derecha entrapajada por la rodilla y descansando sobre una banqueta.

Bueno, bueno, vengo enseguida. Y fue al balcón derechamente. ¡Juan! ¿Y Ana? ¿Cómo está Ana? El balcón de la directora estaba ya vacío. Ya está bien: ya está bien. ¡Yo no sabía dónde estabas! Y volvemos ahora al pie de la magnolia, cuando ya llevaba días de sucedido todo esto, y Sol estaba en una banqueta a los pies de Lucía, sentada en un sillón de hierro.

Doña Andrea estaba sentada en una banqueta a sus pies, y, lo miraba con los ojos secos, y crecidos, y le tenía las manos.

Los días en que mi amigo no tiene convidados se contenta con una mesa baja, poco más que banqueta de zapatero, porque él y su mujer, como dice, ¿para qué quieren más?

Acostarme yo, yo... cuando tengo que contarte tantas cosas, chavala! añadió Santa Cruz, que cansado ya de estar de rodillas, había cogido una banqueta para sentarse a los pies de su mujer . Perdona que no haya sido franco contigo. Me daba vergüenza de revelarte ciertas cosas.

Horrorizada, con cara de condenado del infierno, Emma se retorcía agarrada con uñas de hierro a los hombros y al cuello de Minghetti, que no había tenido tiempo para levantarse de la banqueta del piano. Estaba él cantando y acompañándose, según costumbre, cuando su discípula lanzó un chillido de espanto, sorprendida y horrorizada por el primer dolor del parto próximo.

Sentado en el sofá y con el sombrero puesto, Juan contempló aquel día todo lo que allí había, gozándose en la idea de que lo miraba por última vez. Fortunata estaba en pie, delante de él, y luego se sentó en una banqueta, fijando los ojos en su amante, como en expectativa de algo muy grave que de él esperaba oír.

En lo interior había muchas estampitas de cajas de fósforos pegadas con pan mascado a un biombo que hacía de pared, un hornillo de barro puesto sobre una banqueta de piano que conservaba restos de damasco amarillo, y un cofre sin tapa lleno de suelas de calzado que despedía un hedor insufrible.

Sentóse en una banqueta frente a la mampara que lleva a las habitaciones regias, a fin de esperar que la reina la llamase o alguien saliese; mas la excitación nerviosa no la dejaba sosegar un momento, y levantóse al punto para asomarse a uno de los balcones y mirar a la plaza de la Armería; púsose luego a arreglarse los ricitos de la frente ante uno de los magníficos espejos y reparó entonces en el soberbio retrato de Alfonso XII, pintado por Casado, que habían colocado allí la víspera y se destacaba sobre la rica tapicería de seda granate con grandes flores amarillas, con todo el esplendor de una obra maestra.

¿Qué quieren que toque? preguntó Ricardo mientras procuraba encender una lámpara de pie que estaba junto al piano. Lo que quieras le contestó Lorenzo, aunque sea el quinto nocturno. No, voy a tocar dijo sentándose en la banqueta la serenata de Schuber.

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