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Actualizado: 18 de junio de 2025
La gente vive aún con el alma del siglo XVII. Perdura en ella el miedo, la cobardía que inspiraba la hoguera inquisitorial. Los españoles tienen médula de esclavo; sus arrogancias y energías son exteriores. No en balde se viven tres siglos de servidumbre eclesiástica.
A veces se interrogaban en balde las gentes unas a otras a ver si alguien le había visto estrenar una prenda.
Lo demás, o dígase novelas, versos, historia, política, y hasta filosofía, el público debe pagarlo, y si no lo paga, mejor es que no se escriba o que se escriba de balde. Casi se puede afirmar que tal es el caso en España. Aquí renace la cuestión. ¿Esto es un mal o es un bien? Yo, a pesar de mis vacilaciones, y a pesar del interés personal que me lleva a creer lo contrario, creo que es un bien.
Desde antes que Cadmo aportase a Grecia, y desde antes que Saturno reinase en Italia, en Grecia y en Italia hubo caciques. Y lo que es en España los hubo muy viciosos desde los tiempos antiquísimos de los Geriones, de quienes en balde nos libertaron Osiris y el Hércules egipcio, ya que después dominó este desventurado país casi sin interrupción una larga serie de no menos feroces tiranos.
Haciéndoles saber que, pasados éstos, habían de pagar alquileres, y los que ocupasen las casas que nuevamente se vayan construyendo, fuesen indios o españoles, que pagaran anual o mensualmente los alquileres que se les tasase; y los que quisieran fabricar casas propias, se les franquearía los solares de balde.
En cambio, fue a todos los teatros de Madrid, visitando varios cada noche; asistió a estrenos, funciones de beneficencia y turnos distintos; todo en balde. «No la dejará su marido, o no querrá ella separarse del niño. ¡Claro! Una mujer así tiene que ser buena madre. Además, le dará pena ir al teatro... ¡sitio en que me conoció!
Pero Rosita, usted no reflexiona que es preciso afeitarme de cuando en cuando, so pena de parecer zapador de un regimiento; que ese buen Ramón Pérez me afeita de balde, como lo hacía su padre, y que la política y la gratitud exigen que, si se pone a cantar delante de mí, tenga yo paciencia, y me preste a oírle.
En suma: doña Luz, si no tenía esperanzas de casarse a su gusto, tampoco tenía o dejaba traslucir el menor deseo. Todo era en ella frialdad tranquila y contentamiento suave. En balde, el peor pensado de los hombres se atrevería a buscar en sus actos, en sus palabras, en sus ademanes y gesto, la más leve señal de que estuviese despechada. Doña Luz no lo estaba en realidad.
Fuése su padre a Granada; Escribióme, y yo esta tarde Aderecéme cual viste, Por ir de gallardo talle. Aguardándome está agora: ¡Mira si lloro de balde, Pues voy herido, en prisiones, Sin bien y entre tantos males!
-Bien creo yo, marido -replicó Teresa-, que los escuderos andantes no comen el pan de balde; y así, quedaré rogando a Nuestro Señor os saque presto de tanta mala ventura. -Yo os digo, mujer -respondió Sancho-, que si no pensase antes de mucho tiempo verme gobernador de una ínsula, aquí me caería muerto.
Palabra del Dia
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