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Tornaron a reanudarse nuestras sabrosas pláticas a la reja. Por algunos días fui dichoso. Sin embargo, los celos de Gloria no habían desaparecido por completo. Lo mismo era mentar la casa de Anguita que se ponía de mal humor y me hablaba en tono desabrido, por lo cual procuraba ir a ella lo menos posible. En una de estas noches dio un baile el conde del Padul.

Sus papas lo llevaban bastante elegantito, eso , pero limitábanse a darle los domingos tres pesetas y un sermón encargándole que no fuese derrochador ni calavera, que mirase en qué gastaba su dinero... y mucho cuidadito con meterse en sitios malos. Mendigaba alguna invitación en las redacciones de los periódicos, y si la conseguía, iba al baile, pero sólo hasta la una. ¿Ha visto usted?

Yo exigiré que las Academias le compren su calavera de Atahualpa y nos gastaremos los cuartos en la Bombilla, con aquellas dos chulonas modistillas que a usted le parecerán dos sacerdotisas de Vesta. Porque, como dije al principio, Sindulfo gusta de los gachones deliquios del baile.

Estuvo reposando sobre un diván algún tiempo; mas el dolor y la incomodidad no desaparecían. Mirad; idos vosotros al baile. Yo me voy a meter en la cama dijo levantando la cabeza. Cecilia, por cuya mente cruzó súbito una sospecha, respondió: No; yo me quedo también. ¡Qué tontería! exclamó la enferma. ¿Vais a privaros de la única diversión que hay en Sarrió hace tiempo, por una cosa tan ligera?

Hay aquí algo de la ópera, ó más bien del baile, que nos recuerda á cada instante que no se nos presenta ningún trasunto poético de la naturaleza, sino un espectáculo visible, dirigido sólo á obtener nuestros aplausos.

Pues en las guerras de la República francesa dijo un oficial andaluz que quería confundir a D. José María , se estableció que en las ambulancias de los heridos fuese un cuerpo de baile completo y una compañía de ópera, y con esto se ahorraron los médicos y boticarios, pues con un par de arias y dos docenas de trenzados en sexta se quedaban todos como nuevos.

Cuando llegaron a la puerta de la Alegría, el baile estaba en todo su esplendor. Los «Tenorios» hacían una mella terrible en aquellas Ineses de media tinta y de color entero.

Digo que si lo pensáis, que estáis engañado; hombre hay que se atreverá a matar a un gigante antes que hacer una cabriola. Si hubiérades de zapatear, yo supliera vuestra falta, que zapateo como un girifalte; pero en lo del danzar, no doy puntada. Con estas y otras razones dio que reír Sancho a los del sarao, y dio con su amo en la cama, arropándole para que sudase la frialdad de su baile.

El baile estaba en sus momentos de mayor brillantez, y la animación, engendrada por la muchedumbre, se traducía en un continuo murmullo, que sólo a desiguales intervalos podían dominar desde la orquesta los instrumentos de metal. El salón parecía un foco de claridad intensa.

La tempestad empezaba por movimientos violentos en la silla, paseo de dedos crispados por el mantel o por la calva, resoplidos, palmadas en el borde de la mesa... Algunas veces, se agregaba a estos síntomas, el retintín del tenedor sobre el plato o el baile de la copa, a la que hacía dar vueltas su mano de perlático... El criado servía, los hijos comían, o lo aparentaban, sin hablar, y el viejo, en tanto, rechazaba su ración, contentándose con la corajina que le andaba por el cuerpo y debía servirle de alimento.