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Actualizado: 25 de junio de 2025
Algunos minutos después un enjambre de graciosas jóvenes descendía a la arena. Este baño era el acontecimiento esperado de la mañana. Al llegar a la orilla del mar, María Teresa dejó caer su peinador a sus pies y apareció delicada y flexible.
Quise resistir, pero él me empujó hacia afuera. Si hubiera sospechado lo que me esperaba, no hay poder en el mundo que me hubiera hecho pasar el umbral de ese cuarto. Salí, pues, al patio, respirando el aire a pleno pulmón. El viento de la tarde produjo sobre mis mejillas ardientes el efecto de un baño helado. El último fulgor del día desaparecía.
En estos coloquios se pasaban las horas, y de continuo estaban juntos ambos amantes, menos cuando Echeloría se retiraba a dormir al lado de su anciana nodriza y en estancia muy resguardada, o bien cuando iba a la playa a bañarse; pues entonces, a fin de evitar el qué dirán y las murmuraciones, Mutileder no se bañaba con ella, tal vez por no usarse aún trajes de baño, tan complicados y encubridores de las formas como los que se llevan ahora en Biarritz y en otros sitios.
¡Qué hermosura de comedor!... Ahora vengan por aquí... miren... un cuarto de baño... ¡Espléndido! Mi cuarto..... y éstos que siguen... ¿ven?... para huéspedes... otro cuarto de baño... y todo con ventanas al corredor. ¡Es una gran casa! De cuartos grandes no más, ché; pero es cómoda. Ahora, nos bañaremos, si les parece, y comeremos en seguida.... Mañana recorremos lo demás. ¡Sí, ché, a bañarnos!
Otras veces le parecía mujer de la Biblia, la Betsabée aquella del baño, la Rebeca o la Samaritana, señoras que había visto en una obra ilustrada, y que, con ser tan barbianas, todavía se quedaban dos dedos más abajo de la sana hermosura y de la gallardía de su amiga.
Estaba muy desconsolada por no tener un buen baño; ¿pero cómo podía satisfacer este gusto en casa tan pequeña? Luego, la maldita D.ª Laura se ponía frenética por la mucha agua que Isidora gastaba.
Una pacificadora serenidad emana de las húmedas selvas, de vez en cuando interrumpidas por anchos vallados en que la mirada se refresca como en un baño de verdor... El inspector general ha cerrado la carpeta del expediente y la ha metido en su valija. Después vuelve a la ventanilla del vagón y apoyándose de codos en ella respira con avidez el fuerte olor de la tierra refrescada por la lluvia.
«Pasa, rata» replicó Moreno, que se acababa de dar un baño y estaba sentado, escribiendo en su pupitre, con bata y gorro, clavados los lentes de oro en el caballete de la nariz. Buenos días dijo la santa entrando; él la miraba por encima de los quevedos . No vengo a molestarte... Pero ante todo. ¿Cómo estás hoy? ¿No se ha repetido el ahoguillo? Estoy bien. Anoche he dormido.
Ella se había visto con su traje de baño, sin mangas, braceando en el río, a la sombra de avellanos y nogales, y en la orilla estaba el Magistral con su roquete blanquísimo, de rodillas, pidiéndole, con las manos juntas, que no arrojase la pepita de oro. La elocuencia era aquello, hablar así, que se viera lo que se decía.
Porque quiero consultarte, sobre algunos vestidos... y también quiero que veas los sombreros...; a ver qué te parecen...; yo confío mucho en tu gusto...; tienes que ver también cuatro trajes de baño distintos... son preciosos... es decir, veremos lo que te parecen.
Palabra del Dia
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