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Los Bulgaros la violáron á vm.; un inquisidor y un Judío han disfrutado sus favores: las desdichas dan derechos legítimos. Si yo fuera vm., confieso que no tendría reparo ninguno en casarme con el señor gobernador, y hacer rico al señor capitan Candido.

Pasó por encima de muertos y moribundos hacinados, y llegó á un lugar inmediato que estaba hecho cenizas; y era un lugar abaro que conforme á las leyes de derecho público habian incendiado los Bulgaros: aquí, unos ancianos acribillados de heridas contemplaban exhalar el alma á sus esposas degolladas; mas allá, daban el postrer suspiro vírgenes pasadas á cuchillo despues de haber saciado los deseos naturales de algunos héroes; otras medio tostadas clamaban por que las acabaran de matar; la tierra estaba sembrada de sesos al lado de brazos y piernas cortadas.

Todos los demás, esparcidos por el Imperio, habían sido degollados con sus mujeres y sus hijos. Y esta pequeña tropa, sin otro refuerzo que el de algunos grupos que de tarde en tarde llegaban de Sicilia y Aragón, se mantuvo en los Dardanelos durante dos años. Primeramente se defendieron de todo el ejército bizantino, con sus auxiliares alanos y búlgaros.

Ignoran quién es el enemigo que se va amasando en la sombra. ¿Alemanes, austríacos, búlgaros, turcos?... ¡Son tantos contra ellos! Debíamos retroceder continúa el servio , abandonando lo que nos estorbase. Necesitábamos ganar la montaña antes de que viniese el día. Los largos cordones de mujeres, niños y viejos se habían sumido ya en la noche, revueltos con las bestias portadoras de fardos.

No preguntamos eso, le dixo uno de aquellos dos señores, sino si quiere vm. tiernamente al rey de los Bulgaros. No por cierto, dixo, porque no le he visto en mi ida. Vaya, pues es el mas amable de los reyes, ¿Quiere vm. que brindemos á su salud? Con mucho gusto, señores; y brinda.

De allí pasaron á otro lugar que la historia de Pachimerio no le nombra, solo dice que estaba dentro para su defensa Sausi Crisanislao famoso soldado y Capitan de Búlgaros, á quien mandó ahorcar con doce de sus soldados los más principales, sin decir con certeza la ocasion de este castigo; solo se presume, que habrian defendido mal algun lugar que estaba á su cargo, ó entregado alguna fortaleza, y queriendo Sausi disculparse atravesó razones con Roger, que le movieron á meter mano á la espada, y herirle, y después fué entregado á los que le habian de ahorcar.

Sonrióse Cunegunda del disparate de la buena muger que se alababa de ser mas desdichada que ella. ¡Ay! le dixo, madre, á ménos que haya vm. sido violada por dos Bulgaros, que le hayan dado dos cuchilladas en la barriga, que hayan demolido dos de sus granjas, que hayan degollado en su presencia dos padres y dos madres de vm., y que haya visto á dos de sus amantes azotados en un auto de fe, no se como pueda haber corrido mayores borrascas: sin contar que he nacido baronesa con setenta y dos quarteles en mi escudo de armas, y he sido cocinera.

Si me vuelvo á mi pais, los Abaros y los Bulgaros lo talan todo á sangre y fuego; si á Portugal, me queman; si nos quedamos en este pais, corremos peligro de que nos asen vivos. Mas ¿cómo nos hemos de resolver á dexar la parte del mundo donde reside mi baronesita?

El viejo Andrónico le halagó con nuevos honores, pero antes de volver á los Dardanelos quiso despedirse de su cuñado, el sombrío Miguel, que estaba en Adrianópolis con muchos guerreros búlgaros, futuros aliados. El heroico aventurero, contra la opinión de los suyos, que temían una asechanza, fué á Adrianópolis escoltado solamente por unos cientos de catalanes, y le recibieron con grandes fiestas.

Si pone el gobernador alguna dificultad, dale cien mil duros; si no basta, dale doscientos mil: tu no has muerto á inquisidor ninguno, y nadie te perseguirá. Yo fletaré otro navío, y te iré á esperar á Venecia; que es pais libre, donde no hay ni Bulgaros, ni Abaros, ni Judíos, ni inquisidores que temer.