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Actualizado: 1 de mayo de 2025
El infeliz joven, poco avezado a los azares del juego, e incapaz de ocultar las terribles impresiones de la ruina, sintió ganas de llorar en plena Bolsa, ante los corredores y los «alcistas», que sonreían con un gozo feroz viendo la agonía de sus contrincantes. Pero Juanito era de los que en la desgracia aguardan siempre una inesperada salvación.
Para que una mocita decente esté tranquila en esta casa, ¿necesitará la señora atar a usted con una cadena al lado del mono? Don Alvaro, que era tímido, blandengue y avezado a la servidumbre, receló que Juanita armase un alboroto, le cobró miedo y desistió de su amorosa empresa.
¿Habéis oído nunca cosa semejante? le dijo la señora Kimble, algo sorprendida, a su vecina. Ahora, señoras, os ruego que me dejéis pasar dijo el doctor Kimble, saliendo de la sala de juego, bastante fastidiado por la interrupción; pero estaba avezado por el largo ejercicio de su profesión a obedecer a los llamados desagradables, aun cuando había bebido con exceso.
No se trataba, después de todo, de un cadete inexperto. Era un comandante que frisaba en los cuarenta, cuando no los hubiera cumplido ya, hombre, al parecer, avezado al trato de mujeres y muy metido en sociedad. La plática le embriagaba.
A priesa cada cual hace morada, Que de maderos hay gran aparejo, Y teniendo su carga descargada, Por Juan Ortiz se parte Melgarejo. No siento le da pena la tornada, Que aunque es el Capitan ya cano y viejo, A trabajos está tan avezado, Que no se halla bien si está parado.
Luego, no sin cierto estremecimiento nervioso que corrió por todo su cuerpo, se preparó a dar el gran salto. Grande era, en efecto; enorme. Sólo un bandido avezado a correrías peligrosas tuviera la audacia de intentarlo. Después de algunas vacilaciones lanzose al espacio, logró tocar con las uñas la tabla, y presto se encaramó sobre ella.
En Málaga, cuando a alguna vaca le da la gana de ezo, ze le zienta en un inodoro y ze la limpia depué con papel higiénico. Saleta no se dio por ofendido. Estaba tan avezado a la incredulidad de sus oyentes, que aunque ahora reventase con la verdad no le impacientaba que no se le creyese.
Estaba avezado a no pensar en el suelo, y hete aquí que de repente se hunde. Para conocer las cosas es preciso averiguar antes si podemos conocerlas. Y el resultado que iba deduciendo de la lectura es que de las cosas no podemos conocer más que la apariencia. Nuestros conocimientos no son, en último término, más que percepciones; las percepciones, impresiones, modificaciones de nuestro propio ser.
Enseguida, vuelta a repetirme la hija lo que ya me había dicho, y también la madre, y también el Cura y don Pedro Nolasco y cuantas personas habían hecho en Tablanca conversación conmigo: que «aqueyu» no era Madrid; que se me vendrían los montes encima, y que avezado a tratar con señorones mundanos, y puede que con marqueses y con príncipes, los aldeanos de Tablanca habían de parecerme «jabatus», pero que si miraba bien por las dos caras uno y otro... ¡ay, y cómo se alegrarían ellas y todos los allí presentes y los vecinos del valle de punta a cabo, y hasta las estrellitas del cielo, de que viera yo las cosas como podían y debían de verse!
Gustaba el guapo de prodigar galanterías, de festejar á cuantas mujeres hablaba; pero hallaba justo que estas mujeres se mostrasen lisonjeadas, quería verlas ruborizadas, adivinar que le hallaban de su gusto: avezado estaba á ello. Con Paca no sucedió lo mismo.
Palabra del Dia
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