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Actualizado: 6 de junio de 2025


Bayran, sal allá fuera y llama luego Un cristiano de Izuf, Que quiero que grangee en su sosiego Por ver si mi opinion es verdadera, De pérdida y ganancia es este juego. Señor, del bien hacer siempre se espera Galardon, y si falta en este suelo, La paga se dilata para el cielo. Entra AURELIO.

, señor... contestó Lucía, atribulada ya . Pues claro está que venía... venía don Aurelio Miranda, mi marido... y al decirlo, sonriose involuntariamente, de lo nueva y peregrina que se le figuraba tal expresión en su boca. Muy niña parece para casada pensó el viajero; pero recordando el anillo que había visto lucir en el meñique, añadió en alta voz: ¿De dónde venían ustedes? De León.

Aurelio, resolucion: Ten cuenta en lo que te digo, No quieras ser tan amigo De tu ostinada opinion. Ya te ves sin libertad, Entre hierros apretado, Pobre, desnudo, cansado, Lleno de necesidad, Sujeto á mil desventuras, A palos, á bofetones, A mazmorras, á prisiones Donde estás de dia á escuras. Libertad se te promete, Los hierros te quitarán, De paño te vestirán, No hay temor de oscuro brete.

Ha dado ya la palabra, Que esto, hermano, es lo que siento, De ser turco, y este intento Con regalos siempre labra. Vesle, Francisco, á do asoma; Bizarro viene por cierto. Entra JUANICO, vestido como turco bizarro. Estos vestidos le han muerto: Que él, qué sabe de Mahoma? Vengais norabuena, Juan. No sabeis que ya me llamo: AURELIO. Cómo? Ansi como mi amo. En qué modo? Soliman.

En el acto segundo, Eugenia, obediente á las sugestiones de su conciencia, se nos ofrece en los desiertos de la Tebaida para instruirse en el cristianismo, oyendo á sus antiguos solitarios; Aurelio, ó más bien el Demonio bajo su forma, la sigue y se empeña primero en pervertirla con lisonjas, y después empleando la fuerza; pero Eleno, dotado de poder maravilloso, se la arrebata, y se la lleva por los aires.

Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían.

Llamábase el visitante D. Aurelio Miranda, y desempeñaba en León uno de esos destinos que en España abundan, no por honoríficos peor retribuídos, y que sin imponer grandes molestias ni vigilias, abren las puertas de la buena sociedad, prestando cierta importancia oficial: género de prebendas laicas, donde se dan unidas las dos cosas que asegura el refrán no caber en un saco.

Por Anselmo sabe la nueva de que Julia se ha envenenado; se convence así de la fidelidad de su amada, y prorrumpe en desesperadoras lamentaciones; Anselmo lo consuela, sin embargo, diciéndole que el supuesto veneno, según asegura Aurelio, ha sido sólo una bebida soporífera, y que Roselo encontrará viva á su esposa en la bóveda en que se entierran los muertos.

Aurelio, estás en tu seso? Antes por estar en él, Soi para tan cruel. Ay desdichado subceso! Es posible que tan poco Valgan mis ruegos contigo? Sin duda que este enemigo Es muy cuerdo, o es muy loco Aparte. Ruin, sin razón ni compas, Nacido de vil canalla, Pensabades ya triunfalla, Holgando sin mas ni mas? Necio, tanta fantasia Pensais que hablamos de veras?

Casome Aurelio con él; Que hasta tanto que tuviese La bendición de la Iglesia No fué posible moverme. Dos meses fué mi marido. ¿Que no se supo en dos meses? No, padre, porque el peligro... No hay cosa que más enferme. Pues como me vi casada, Y que casarme pretendes, Dime la muerte, y estoy A donde imaginar puedes.

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