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Actualizado: 13 de junio de 2025
Sabemos que la falta de ilustración, el apocamiento, el egoísmo de muchos de nuestros compatriotas, y la audacia, la astucia y los poderosos medios de los que quieren allá el oscurantismo, pueden convertir la reforma en un nocivo instrumento.
Una parte de su capital lo invirtió su eminente protector en papel del Estado, y con la otra, que era la más exigua, comenzó sus jugadas de Bolsa, siempre a la zaga de Cuadros y sin atreverse a imitar sus golpes de audacia.
Hasta entonces me había inclinado a creer que el Duque gustaba de dejar a sus amigos los peligros de la empresa; pero desde aquel momento comprendí que se reservaba la dirección de la misma y que no le faltaban ni audacia ni astucia. ¿Conoce el Rey esos detalles? pregunté. Mi hermano y yo contestó Juan, colocamos el tubo, dirigidos por el señor de Henzar, pues estaba de guardia aquel día.
El bruto, sorprendido de aquel encuentro y de tanta audacia, quedó también sin movimiento, fijando en Stein sus grandes y feroces ojos, inflamados como dos hogueras. El viajero conoció que al menor movimiento que hiciese era hombre perdido.
»Nada puede dar idea de la cólera y de la furia de aquel loco a la vista del hombre que le robaba el corazón en el cual se había prometido reinar; llenó la casa con sus amenazas y sus gritos, y no temió provocar a mi padre, cuya paciencia se agotó ante aquella nueva prueba de audacia.
Resultaban inútiles sus arrogancias y su propósito de «arrimarse». Ni sus piernas eran ligeras y seguras como en otros tiempos, ni su brazo derecho tenía aquella audacia que le hacía tenderse sin miedo, deseoso de llegar cuanto antes al cuello del toro.
Pero el que allí predominaba, por su desfachatez y su audacia, era Quilito; como su padre estaba empleado en un Ministerio, y debía conocer al dedillo los secretos políticos, hacíase él sabedor de noticias gravísimas, que iban a influir de manera formidable sobre la plaza; ¡ya verían a dónde llegaba el oro!
La audacia no abandonó a la niña, la audacia de la mujer enamorada. ¡Ay, perdóneme usted, León! Cuando se lo concedí a usted no me acordaba que ya lo tenía comprometido con Pepe respondió en un tono que podía envidiar la más consumada actriz. El conde se retiró diciendo algunas palabras de cortesía, que no pudieron ocultar su mal humor.
Sinembargo, confieso que San Pablo no me impresionó mucho por su exterior. La arquitectura del Renacimiento, así como la que imita los antiguos templos griegos, me parece demasiado clásica y fria por el exceso de compostura y simetría y la carencia de audacia.
Pasó un brazo por su talle, la atrajo hacia él y la besó donde pudo, donde alcanzaron sus labios, entre el lóbulo sonrosado de una oreja y el cuello moreno, que erizó su piel, estremecida al contacto de los labios. La joven se desasió con rudo empujón. ¡Isidro! exclamó avergonzada . ¡Isidro!... Y bajó la cabeza tristemente, como dolorida por la audacia del amante.
Palabra del Dia
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