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Actualizado: 13 de junio de 2025
Verdad es que sus relaciones habían sido frías y puramente corteses; hay cierto imán que atrae a la juventud hacia la juventud, mientras que por el contrario hay cierta repulsión que aleja al joven del viejo.
Los he visto permanecer así durante horas enteras; el olor nauseabundo de su aliento atrae a los mosquitos que se aglomeran por millones sobre la lengua; cuando una fournée está completa, el caimán cierra las fauces con rapidez, absorbe los inocentes visitantes, y de nuevo presenta al espacio el temible e inmundo ángulo.
Ya ha logrado su objeto; ya se ha hecho dueña del trabajo ajeno. Lo malo es que el pozo se agota en su poder. Como carece de la bomba que atrae á la dulce savia, sólo puede aprovechar el líquido que existía en el fondo en el momento de la conquista.
¿No has notado nada que pudiera justificar esas, hablillas? Nada respondí con voz ahogada, sino que Luciana atrae a los homenajes y que acaso no los desprecia. ¿Nada más? Nada más. ¿Tu opinión es, entonces, que Máximo no debe dar importancia al incidente y casarse con su Luciana a ojos cerrados? Esta vez mi corazón flaqueó.
Hay algo en el ojo, el aliento y los movimientos espirales de ese monstruo, que atrae, fascina y magnetiza, como la tentacion del pecado, y que al mismo tiempo cede á la influencia magnética del hombre. El olor y algunas otras cosas influyen mucho respecto de los reptiles.
Chateaubriand decia muy bien: el mismo bronce, la ruda campana, nos inspira cierta melancolía dulce y religiosa, cierto éxtasis indefinible, cuando es intérprete de los sentimientos cristianos. La poesía cristiana no nos ofusca, no nos arrebata; nos llama, nos atrae, nos acaricia: no nos seduce; nos persuade; no nos alucina, nos duerme.
Se cuenta el número de sus sombreros y se espía el color de sus corbatas. A esto hay que añadir que el espíritu infantil de Francisca le atrae numerosas enemistades. En un país de solteronas como el nuestro, Francisca lleva la imprudencia hasta burlarse continuamente de ellas.
Por desgracia, los sevillanos no se contentan con el poético platonismo de la «reja». Sevilla, como gran ciudad y puerto comercial, y como tesoro de primores de arte y de placer, atrae singularmente, sobre todo en la Semana Santa y la primavera, no solo á muchos extranjeros sino también á los españoles de otras provincias.
Es, dice, el ímpetu de un espíritu dotado de la aptitud más exquisita para sentir, comprender y explicar todo; es el movimiento libre, irregular y audaz de un pensamiento siempre dispuesto, que ama esas trampas tan temidas de los retóricos; las digresiones, y que se abandona con gracia a ellas cuando por casualidad encuentra un misterio del corazón para aclararlo, una contradicción de nuestra naturaleza para estudiarla, una verdad despreciada para enaltecerla: un pensamiento al cual atrae lo desconocido por un secreto magnetismo, y que, bajo apariencias ligeras, penetra en las más oscuras sinuosidades del mundo moral, da a todo lo que inventa, a todo lo que reproduce, el colorido del capricho, y crea por el poder de la fantasía, una imagen móvil de la realidad, más móvil aún.
También sucede lo mismo con La niña de Plata, comedia casi tan bella como la anterior por el interés que despierta. Dorotea, joven dama tan célebre por sus encantos como por su talento, ve desde un balcón una procesión solemne, á la cual asiste en Sevilla el rey D. Pedro con sus hermanos, y atrae especialmente las miradas de Enrique de Trastamara.
Palabra del Dia
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