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Creo que tiene visitas respondió el paje . Unas señoras.... ¿Qué señoras? Don Anacleto encogió los hombros con mucha gracia y sonrió. Don Fermín vaciló un momento, dio un paso atrás; pero en seguida volvió a adelantarlo y abrió una puerta de escape por donde desapareció.

Por último, después de una hora de conversación, durante la cual le miraban con la insistencia pertinaz de quien va a comprar un animal, el médico le preguntó: ¿Nos permitirá usted ahora que tomemos algunos datos acerca de su cráneo y otras medidas?... El P. Gil, un poco sorprendido, consintió inmediatamente. El médico sacó del bolsillo de atrás de la levita un craniómetro y una cinta.

Es que tamién está ya la luz ayí respondió la mujer que no se había movido del vano de la puerta. ¡Acabaras de resollar!... Pues entonces, dáca el farol y quédate aquí a cuidar de estos potingues... ¡Mira, mira cómo se va esa olla!... ¡Quítale la cobertera en el aire y échala un poco atrás!

Don Juan la miró con ternura, la cogió una mano, oprimiéndosela fuertemente, y en seguida, cual si cediese a la dolorosa impresión que acibaraba su ánimo, dejó caer la cabeza sobre el pecho de Cristeta. A ser otra la ocasión, ésta se hubiera echado hacia atrás con oportuno pudor; pero en aquellos tristes momentos no quiso mostrar esquivez ni parecer arisca.

El pelo negro separábase en dos crenchas sobre la frente y se perdía bajo un pañuelo blanco anudado en el mentón, volviendo a surgir atrás en forma de trenza larga y enorme, con adorno de cintas multicolores que tocaban el borde de la falda. La muchacha, con una cestilla al brazo, permanecía inmóvil en el borde de la acera, admirando las altas casas y las terrazas de los cafés.

Trataré de describir el orden y aparato de aquel ejército siguiendo fielmente la veraz, escrupulosa y auténtica narración de mi amigo el Flos sanctorum. Delante marchaban unos heraldos llamados Artículos, vestidos con magníficas dalmáticas y cotas de finísimo acero: no llevaban armas, y los escudos de sus señores los Sustantivos que venían un poco más atrás.

Aguijoneado por la impaciencia se desembozaba frecuentemente para mirar el reloj; y pareciéndole que las manecillas estaban inmóviles, se lo aplicaba al oído. De pronto se detenía, y volviendo pies atrás, desandaba parte de lo andado; parábase de nuevo, ávido de oír el acercarse de algún coche..., y nada.

Los términos franceses que matizaban este coloquio se despegaban del tejido de nuestra lengua; pero aunque sea clavándolos con alfileres, los he de sujetar para que el exótico idioma de los trapos no pierda su genialidad castiza. No cómo se han de unir atrás los faldones de la casaca de guardia francesa. Seguirlos servilmente lleva a lo afectado y estrepitoso.

Salvatierra detenía el paso para volver la vista atrás y contemplar la ciudad, que destacaba su blanco caserío, la arboleda de sus jardines sobre el cielo rosa y oro de la puesta del sol.

Pues busque usted al Doctrino, que debe estar allá por Lavapiés, y le dirá lo que tiene que hacer; porque supongo, amigo, que usted no querrá quedarse atrás. ¡Fuera miedo! Yo que la primera vez esto es algo imponente, sobre todo para el que nunca ha oído tiros. Pero, en fin, teniendo ánimo....