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Los marineros, casi todos vascos, se avenían bien y no había riñas. A la vuelta de este viaje me embarqué con don Ciriaco en Cádiz, en la Bella Vizcaína. La fragata me pareció un salón, tan limpia, tan arreglada estaba. Don Ciriaco, como su barco, era también muy atildado y muy pulcro. Llevaba casi siempre sombrero de paja, traje blanco, patillas cortas, ya grises.

En las horas de opulencia, Barriobero adorna su translúcida persona con un deleite de «dandy». ¡Oh, qué admirables chalecos bordados, dignos descendientes de las pomposas chupas del tiempo viejo, cortesano y galante! Estos chalecos merecen por solos un apologista tan atildado y erudito como lo fueron Barbey y Jorge Brummel.

Y como ni la casada ni la soltera, ni con sonrisas, ni con miradas, ni recibiendo de dulce modo indescriptible, aunque inequívoco, las miradas y las sonrisas de él, habían dado motivo a que él considerase que la una o la otra, o ambas, estaban ya, predispuestas a recibir la carta, creía una absurda temeridad escribirles: lo miraba como un acto de delirio estudiantil, como un arrebato de hortera o de mozo de café, que en un Conde tan discreto, atildado y hábil como él; que en un hombre de mundo, conocido en todos los salones de Europa, casi no tenía perdón ni disculpa.

Todo, pues, contribuía a que tuviese el aspecto fashionable, atildado y digno de un antiguo diplomático jubilado. A su rara discreción y al entrañable afecto que había inspirado debió Rafaela los mencionados triunfos; pero los debió también a sus lisonjas, llenas de sinceridad y fundadas en fe altruista. Esto requiere explicación, y voy a darla.

Esa es la verdá; y vamos, Antón, á estimar la pareja, como el otro que dice, con equidá. Pos la pareja, Ogenio, por ser para ti..., la pareja; que, como ha dicho el señor, no tiene pero; la pareja, y que no vea la cara de Dios si te engaño; la pareja vale treinta doblones como dos cuartos. no quieres vender, Antón contesta con cierto desdén el atildado Ogenio.

Antonio Henriquez Gomez escribió algunas obras en prosa i verso; pero la mas celebrada de ellas es El siglo pitagórico y vida de don Gregorio Guadaña: libro escrito con suma gracia i ligereza, aunque en lenguaje mui atildado.