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Actualizado: 8 de septiembre de 2025


Muy hermoso, ¿verdad? suspiró en una pausa de la letanía, sin ver a los que le rodeaban, dejando caer al azar la expresión de su entusiasmo. ¡Sublime! se apresuró a murmurar el jefe del escritorio. ¡Primo... de chipén! añadió Luis. Esto parece una cosa de teatro. Dupont, a pesar de su emoción no se olvidaba de marcar las respuestas de la letanía ni de atender al cuidado del sacerdote.

Yo, sin atender a las exhortaciones del clérigo que iba a mi lado, asomaba la cabeza por la ventanilla explorando con los ojos la calle, las puertas y los balcones de las casas. Nada, ni un ser humano parecía. Allá en las afueras de la población, distinguí dos niños que corrían sofocados hacia la puerta de una casa, desde la cual su madre les llamaba a gritos.

Estas historias de muchachos mendigos que a lo mejor salen con la patochada de tener por papás a duques o príncipes, no pueden pasar en el día, mejor dicho, yo creo que no han pasado nunca. Admitámoslo en las novelas; ¡pero en la realidad...! En fin, sea lo que quiera, es preciso atender al Canónigo, que nos sirve bien. Entérate. Dice que pongamos a disposición de la muchacha algunas cantidades.

Ella me agradeció por señas y dijo: Estoy todavía un poco débil, me parece que tuviera los miembros rotos; pero espero que mañana podré levantarme y atender a la casa. ¡Gran Dios, qué ideas tienes! exclamé espantada. Ella suspiró. Es necesario, es necesario. No tengo derecho de reposar. ¿Por qué no tienes derecho de reposar? Marta no contestó, poro de repente se puso a llorar amargamente.

Señor repuso con humildad la segunda. ¿Hay algo? Lo de siempre. Peticiones de la ambición, exigencias de la codicia, vanidades del amor propio, arrogancias de la soberbia, desafueros de la maldad, sollozos de dolor y bostezos de hambre. A esos hay que atender primero. Señor, es que son muchos los que piden y pocos los que agradecen. No importa.

El joven dejó a Magdalena a las cinco para volver a las siete. Quería que antes de llegar los convidados y de verse obligada Magdalena a atender a unos y a otros le dedicase a él por lo menos una hora; quería contemplarla a su placer y hablarla, en voz muy queda sin que nadie tuviera que escandalizarse de ello.

Segismundo, que en aquel momento tenía poco que hacer, dejolo todo por atender cortésmente a la señora de su amigo y serle grato en lo que de él dependiera. Era hombre que tenía que contenerse mucho para no ser galante y aun atrevido con cualquier mujer en cuya presencia estuviese. Con Fortunata se había permitido alguna vez tal cual broma; aquel día se corrió más.

El aina rebozóse en la capa, e asomando el rostro como cauto ballestero por saetir, repasó la calle, ojeando la fenestra de suso nombrada, e trasflor de verdes vidrios de Venecia, atisbó la figura de la enjaulada, que ni punto más ni punto menos semejaba a don Satanás enfaldado, e faciendo gentil mesura, volvió el cantón de la vecina calle enderezando a su casa para atender la escura noche.

En efecto los juicios temerarios casi siempre se hacen con precipitacion, porque se hacen sin atender las circunstancias necesarias para juzgar; y si bien se repara, en el trato civil se hallará, que son infinitos los juicios precipitados.

Para esto no necesitamos atender al curso que sigue nuestro entendimiento; sin advertirlo siquiera nos vamos por el buen camino; y tal hombre habrá formado en su vida millones de raciocinios muy rigurosos y exactos, que no habrá atendido una sola vez al modo con que raciocina.

Palabra del Dia

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