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Actualizado: 11 de junio de 2025


El señor Molina era la única de aquellas personas cuya conversación no le causaba fastidio, por más que siempre tocara los mismos asuntos, con su invariable tono tranquilo, pausado, de viejo patricio, el pulgar de una mano metido en la abertura del chaleco y la otra apoyada de través en la rodilla. Nunca dejaba de hacerla reír cuando repetía anécdotas de personajes históricos.

Hablamos del artículo en que su padre y él comerciaban, y observé que poseía ideas bastante prácticas, pero no muy escrupulosas, en asuntos mercantiles. Tenía un modo de producirse resuelto, serio, un poco malhumorado y desdeñoso. Jamás reía, ni sonreía siquiera. A pesar de esto no acababa de hacerse antipático. Su franqueza era un poco cínica; pero sus ideas siempre prácticas y razonables.

Esta noche parto para Italia, con el objeto de hacer averiguaciones secretas sobre este individuo que ha sido nombrado su secretario. ¡Ah! suspiró. ¿Qué motivo podrá haber tenido mi padre para poner mis asuntos en manos de un extranjero? ¿Quién será este hombre? Probablemente, debe ser algún antiguo amigo de su papá le indiqué. No contestó. Yo conozco a todos sus amigos.

, señor... y si no, ¿por qué ha dado de estocadas vuestro sobrino á don Rodrigo Calderón? Han sido asuntos suyos... Pues mirad, tiene muy malos asuntos vuestro sobrino. ¡Bah! ¡no tan malos como creéis! Pero en fin, ya que habéis hablado de mi sobrino, por él venía, porque supongo que habrá pasado aquí la noche.

Le escuchó Celinda con la indiferencia que muestra la juventud por los asuntos de dinero.

Como tomó con demasiado extremo muchos asuntos, lo hizo tambien en este, de modo, que todo hombre cuerdo debe leerle con alguna desconfianza, y armado de buena Lógica. Juzgo, pues, que son menester dos cosas para que tenga fuerza el argumento negativo.

Mucho más valiera que el conde estuviese prevenido ya. En fin, la cosa no tenía remedio y me dispuse a aguardar. La condesita entabló conversación sobre diversos asuntos indiferentes; la compañía que actuaba en el teatro de San Fernando; el real alcázar, a cuyas recepciones familiares por las noches solía asistir cuando la reina estaba en Sevilla; la casa de las de Anguita, etc.

Primeramente, quería hablarle de cierta carta sorprendida en el despacho de su esposo. Sánchez Morueta había llegado el día anterior, después de una permanencia de dos semanas en Francia, por asuntos del comercio: millonarios extranjeros, que veraneaban en Biarritz y con los cuales había de tratar nuevos negocios. Esto, según él daba á entender en sus escasas palabras.

El Jerez únicamente sabemos apreciarlo los de la tierra; dentro de poco sólo lo compraremos nosotros. Ellos se emborrachan con cosas baratas, y así marchan sus asuntos. En el Transvaal casi los revientan. El mejor día les pegarán en el mar con todas sus guapezas.

Mi hijo es algo distraído, y por eso temo... Pronto será libre y dueño de sus acciones, porque en los asuntos de un hombre casado, sobre todo si está en cierta posición, no deben entrometerse las madres. Exactamente. ¿Y cuándo se casa D. Diego? Ya no hay día seguro respondió doña María, con firmeza. Y en verdad, Sr.

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