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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Un bulto negro descendía las escaleras del vestíbulo de casa de Artegui. A la luz de los astros, y a la de los lejanos faroles de la calle, se advertía su vacilante andar, y a las manos que frecuentemente llevaba a su rostro. Miranda esperó, esperó como el cazador en acecho. El bulto iba acercándose.
¡Si por lo menos pudiera ignorar qué secreto vela en el fondo de mi corazón! ¿Por qué quería en otros tiempos permanecer pura ante mi conciencia, si no era para poder pertenecerle un día? Como si el eterno destino no hubiera alzado él mismo entre nosotros una muralla que, desde el fondo de la tumba de Marta, se eleva hasta los astros.
Nuestros dioses eran los astros, los elementos, las fuerzas naturales personificadas; dioses ciegos, sin amor y sin inteligencia; sin libertad; esclavos del destino; inferiores a la naturaleza; muy inferiores a toda alma humana. ¿Qué mucho que con este ateismo por deficiencia, con este desconocimiento infantil del Ser supremo, y movido Sidarta de caridad sublime, imaginase su absurda aunque benévola doctrina?
La discípula ponía en grandes apuros al maestro, porque si se trataba del movimiento de los astros, de su magnitud, de la distancia á que se hallaban de la tierra y de otras afirmaciones por el estilo, ella quería saber la razón y el fundamento de las afirmaciones, y D. Fadrique hallaba disparatado y hasta absurdo enseñar las matemáticas á una sobrina tan guapa, tan alegre y graciosa; y, por el contrario, si se trataba de flores, Lucía quería que le explicase su tío lo que era la vida y lo que era el organismo, y aquí el Comendador hallaba que no había ciencia que respondiese á las matemáticas y que explicase algo.
Nada de grandes síntesis, de cuadros disolventes, de filosofía panteística; pormenores, historia de los pájaros, de las plantas, de las nubes, de los astros; la experiencia de la vida natural llena de lecciones de una observación riquísima. El amor de Frígilis a la naturaleza era más de marido que de amante, y más de madre que de otra cosa.
Como M. Le-Gentil vino á observar los astros, nada tiene de extraño que al escribir costumbres filipinas en Francia, se acordara de el tan sabido cantar «de el mentir de las estrellas».
Estos números se aplican á los centros de ambos astros. Dimensiones de la Luna.= Conociendo la distancia de la Luna á la Tierra se han podido deducir las dimensiones de su diámetro, su superficie y su volumen. El diámetro es algo mayor que la cuarta parte del diámetro de nuestro globo: equivale, en efecto, á sus 27 centésimos, lo que hace en kilómetros 6,950, ó sean unas 1,738 leguas.
En primer lugar, por el movimiento diurno de los astros, que, después de haber desaparecido cada día por la parte del ocaso, efectúan su reaparición al día siguiente por la del orto: de modo que han acabado por debajo de la Tierra la rotación empezada por encima, movimiento que no podría concebirse si la Tierra no se hallara completamente aislada por todos sus puntos.
La luz de los astros se quebraba en aquellos líquidos diamantes y daba reflejos de iris. El Comendador no fué dueño de sí mismo. Acercó su rostro al de Lucía y puso los labios en una de aquellas lágrimas. Luego exclamó: ¡Te amo! Lucía no contestó palabra. Echó á andar hacia su casa; llamó, abrieron, y entró seguida del Comendador. Al llegar á la escalera, se volvió y le dijo: Buenas noches, tío.
Yo no soy de aquellos que les niegan toda influencia, antes por el contrario creo que tienen algun poder sobre los elementos, y que á lo menos de esta manera pueden influir en nuestros cuerpos; por donde no puedo conformarme con la universalidad con que el P. FEYJOÓ, siguiendo á GASENDO, desecha toda la fuerza de los Astros sobre los hombres.
Palabra del Dia
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