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Madó asintió con un movimiento de cabeza, rompiendo a hablar en su lenguaje mallorquín. Muy duro, ¿verdad?... Aquel pan no podía compararse con los panecillos que comía el señor en el Casino; mas la culpa no era de ella. Pensaba haber amasado el día anterior, pero no tenía harina y estaba esperando que el payés de Son Febrer trajese su tributo. ¡Las gentes ingratas y olvidadizas!...

Jacobo Melín examinó con curiosidad a su presuntuoso contrincante. Quizá sabía que estaba predestinado a perder el dinero, y prefería que refluyese en sus propios cofres a que entrase en los de cualquier forastero; así es que asintió con un gesto, y acercó su silla a la mesa. En aquel mismo momento, llamaron a la puerta. Es Lina dijo Moreno.

El gigante asintió con un movimiento de cabeza, mientras Popito continuaba su relato. La insurrección había tenido que retrasarse un día, hasta que, al fin, en la mañana anterior, Ra-Ra, con unos cuantos miles de esclavos y llevando como oficiales á muchos jóvenes de los clubs «varonistas», se lanzó al asalto de la Universidad para apoderarse de las armas depositadas en el Museo Histórico.

Inmediatamente la vecina emitió otra muchísimo más luminosa, y es que los días no festivos el café estaba más tranquilo y agradable. Naturalmente, Mario al oír esto cayó en un verdadero espasmo de admiración, y asintió frenéticamente, no sólo con la boca, sino también con los ojos, con el cuello, con las manos, con todos los componentes de su organismo en suma.

Don Mariano asintió, inclinándose con galantería y sonrojándose levemente: Mil gracias por considerarme un amigo, aunque un poco paternal... ¡Pues «Coca» llamaré mientras viva a la más bonita niña que he conocido! Al oírle, Coca le amenazó graciosamente con su abanico chinesco...

Una de las habilidades de don Gabriel fue hacer partijas con su hermana cogiéndole mañosamente casi toda su legítima, despojo a que asintió la pobre señora, absolutamente inepta en materia de negocios, hábil sólo para ahorrar el dinero que guardaba con sórdida avaricia, y que tuvo la imprudente niñería de ir poniendo en onzas de oro, de las más antiguas, de premio.

Y la expresé mi desdén, mi desprecio: «¡No es cierto! ¡Tiene usted miedo! ¡Es usted cobarde!...» Ella asintió: «; soy cobarde: el arma está allí, la mano me tiemblaYo tomó el arma, se la alcancé: «Llame usted a su valor, si todavía lo tiene, si jamás lo ha tenidoElla juntó las manos suplicante: «¡Máteme usted, líbreme usted!...» Mi desdén aumentaba ante tanta cobardía.

Pero en cuanto me faltes al respeto... Y harás bien asintió mamá. ¡Yo no quiero que me toque! repetí enfurruñado y rojo. ¡El no es papá! Pero a falta de tu pobre padre, es tu tío. ¡En fin, déjenme tranquila! concluyó apartándonos. Solos en el patio, María y yo nos miramos con altivo fuego en los ojos. ¡Nadie me va a pegar a ! asenté. ¡No... ni a tampoco! apoyó ella, por la cuenta que le iba.

, D.ª Eloisa se apresuró a decir D. Norberto, su esposo quiere referirse a los medios suaves que necesito emplear para convencer a esas desgraciadas. D. Martín, comprendiendo que había ido demasiado lejos, asintió, no sin dirigir un guiño expresivo al capellán. Sentáronse a la mesa. Obdulia hacía esfuerzos atroces por comer, pero su estómago se negaba a recibir alimento alguno.

Apiadábase la veterana de la suerte de muchas que habían llegado a Buenos Aires con el propósito de hacer dinero en pocos meses, regresando inmediatamente a París, y llevaban años y años encadenadas por la miseria, sin esperanza de volver. La prudente Marcela, la que preguntaba a todos por la cosecha, asintió con movimientos afirmativos.