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Actualizado: 27 de noviembre de 2025
Las damas de la Comisión, después de conversar un rato con el arzobispo, salieron acompañándole. Sólo quedaban dos o tres grupos de personas. Uno de éstos lo formaban Adriana, Lucía y Julio. Charito, secretaria de la Comisión, se había reunido a departir todavía con las damas y el arzobispo, después de prevenir a sus compañeras que no debían irse sin ella. Adriana miró a Julio.
Poldy ignoraba quizás que había habido un santo arzobispo de dicho nombre, famosísimo sabio, que recogió y ordenó en sus libros todo el saber de su tiempo, y se atenía a lo que había oído decir a una vieja princesa, tía suya, terrible antisemita, la cual princesa se empeñaba en afirmar que el nombre de Isidoro era muy común entre judíos, por donde le repugnaba de tal suerte, que tuvo tentaciones de despedir a un excelente criado suyo porque se llamaba Isidoro, y sólo se resignó a conservarle en su servicio obligándole a llamarse Filidoro en adelante.
El Muy Ilustre Señor Licenciado D. Pedro Guerrero de Bolaños, Abogado de los Reales Consejos de Castilla; Fiscal e Inquisidor Apostólico de este Tribunal. El Muy Ilustre Señor Licenciado D. Santiago Hidalgo, Abogado de los Reales Consejos, Fiscal de esta Inquisición. Juez Ordinario por el Ilustrísimo y Rmo. Sr. Arzobispo, Obispo de esta ciudad, primero el Rmo.
EL MARINO. Y en medio de ellos el gitano que se debatía blasfemando e insultando a todos los santos del Cielo y al señor gobernador. LA MULTITUD. ¡Jesús, qué horror! ¿y cómo os librasteis del monstruo? EL MARINO. Afortunadamente el capitán tenía una botella de agua bendita por el arzobispo de Toledo, y como el infernal buque estaba muy cerca, se la echamos a bordo.
El canónigo quedóse al oir aquello todo confuso, pero reponiéndose comenzó á negar muy obstinadamente y tan cerrado, que el conde hubo de amostazarse y amenazarlo con dar cuenta del suceso al arzobispo y al Nuncio en Madrid.
Concedió licencia el Arzobispo para que con sola una amonestación se hiciese. Hizo fiestas la ciudad, por ser muy bien quisto el Corregidor, con luminarias, toros y cañas el día del desposorio; quedóse la gitana vieja en casa; que no se quiso apartar de su nieta Preciosa.
El arzobispo Valero Losa les puso pleito a principios del siglo XVIII. Mira su tumba al pie del altar. Perdió el pleito, murió del disgusto, y mandó que lo enterrasen aquí para que le pisaran los insolentes laneros después de muerto, ya que lo habían vencido en vida.
El arzobispo convino en levantarsela, pero imponiéndole la penitencia de restituir la estaca con el mismo misterio que se la había llevado. ¿Cómo se las compuso el excomulgado?
Cuentan las crónicas, para probar que el arzobispo Loayza tenía sus ribetes de mozón, que en Lima había un clérigo extremadamente avaro, que usaba sotana, manteo, alzacuello y sombrero tan raídos, que hacía años pedían a grito herido inmediato reemplazo. En arca de avariento, el diablo está de asiento, como reza el refrán.
Al fallecimiento de D. Fernando de Aragón, Arzobispo XIII de Zaragoza, ocurrido en 29 de Enero de 1577, fue nombrado en este año Obispo de Teruel, D. Juan Perez de Artieda, Canónigo de Zaragoza, pero como murió antes de ser consagrado no empezamos por él el Catálogo de los Obispos, y sí por el que realmente lo fue.
Palabra del Dia
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