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Actualizado: 3 de junio de 2025


El día siguiente, el Apostólico Padre, aunque no se podía tener en pie, no sufriéndole el corazón ver entronizado al demonio en dos templos, hizo que le llevasen allá sus compañeros; echó por tierra aquellos infames Tabernáculos, hizo pedazos las estátuas y encendiendo en la plaza una grande hoguera, quemó en ella todos los arreos y ornamentos de la impía idolatría, no sin temor de sus neófitos, que recelaban no diesen sobre ellos los bárbaros, ofendidos de aquella afrenta de sus dioses, para vengar su agravio.

Sin embargo, después de algún tiempo acabó por notar que su mujer buscaba con demasiado empeño la sociedad de los hombres. Que les acompañara constantemente a la caza, paso y salas de billar, pase; pero lo que le sorprendió sobremanera fue verla seguirlos hasta la sala de arreos, donde se reunían todas las mañanas a tirar las armas.

Pocos minutos después se despojó de los arreos militares, púsose diciendo latinajos las sagradas vestiduras, y con el cáliz entre las manos salió a la pequeña nave, por cuyas ventanas penetraban el aire fresco de la mañana, saturado de aromas campestres, y los rayos del sol, en que se movían, como polvo de oro, los átomos inquietos.

Tenga cuidado con ese equipaje, coronel dijo el conductor con afectada solicitud, siguiendo con la vista al coronel Estrella, que marchaba tristemente a la retaguardia de la triunfante procesión. Don Jacobo no se detuvo a comer. Su caballo le esperaba ya con todos sus arreos.

Mientras que en las personas el vestir era ostentoso y cuanto al traje y militares arreos se refería, llegaba á un grado de riqueza singular, en cambio, contentábanse con una mesa sencilla, frugal, sin los arrequives introducidos por el moderno refinamiento.

El Mercado le atraía los domingos en las primeras horas de la mañana, e iba a lucir sus arreos entre los puestos de las floristas.

Prefieren sobre todo los vasos y demás vajilla de plata, para colocarla como un adorno sobre sus mesas, ó las vestimentas estrañas, cubiertas de galones y de bordados relucientes, con que se componen para salir á las procesiones del culto católico, tratando de distinguirse de los demás por lo brillante y singular de tales arreos.

El fusil colgaba de uno de sus hombros, las espaldas estaban abrumadas por la joroba de la mochila, las piernas rojas salían y se ocultaban entre las alas vueltas del capote azul, la pipa humeaba bajo la visera del kepis. Delante de uno de ellos caminaban cuatro niños, alineados por orden de estatura. Volvían la cabeza para admirar al padre, súbitamente engrandecido por los arreos militares.

Gallardo volvió a casa para vestirse de «nazareno». La señora Angustias había cuidado de su traje con una ternura que la volvía a los tiempos de la juventud. ¡Ay, su pobrecito marido, que en esta noche cubríase con sus arreos belicosos, y echándose la lanza al hombro salía a la calle para no volver hasta el día siguiente, con el casco abollado y el tonelete perdido de suciedad, luego de acampar con sus hermanos de armas en todas las tabernas de Sevilla!...

Pero esta las examinó bien, y en menos de lo que se dice hizo de ellas crítica acerba, las desnudó, les quitó los sombreros, censuró aquellos talles de araña, y concluyó por considerar en su mente lo que resultaría si la más guapa de las chicas de Pez se vistiera con los arreos de Isidora, y esta se pusiera los de la chica de Pez.

Palabra del Dia

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