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Actualizado: 18 de mayo de 2025


El médico interrumpió su lectura y exhaló un profundo suspiro, al enjugar el sudor de su frente. Roberto se había parado de un salto; por un instante miró fijamente, como cegado por un rayo, el círculo luminoso de la lámpara, luego se precipitó hacia el anciano; parecía querer arrancarle el papel de las manos. ¿Está escrito allí? balbució. ¡Lee mismo! Siguió un largo silencio.

Los alguaciles quisieron en vano separarle; cuanto más tiraban de él, con más rabioso esfuerzo asía de los cuernos y del cuello del animal, que a su vez se arremolinaba y sacudía la cabeza para zafarse de unos y otros. Algunos de los que presenciaban la escena reían; otros la contemplaban con lástima. Al fin consiguieron arrancarle la presa.

El hombre que besaba al aya cogió a Anita por un brazo y se lo apretó hasta arrancarle sangre. Pero ella no lloró. Le preguntaron dónde había pasado la noche y no quiso contestar por temor de que castigaran a Germán si se sabía. La encerraron, no le dieron de comer aquel día, pero no declaró nada. A la mañana siguiente el aya hizo llamar al barquero de Trébol.

»Su espíritu se rebelaba contra la muerte, disimulando el fuerte dolor de un cuerpo mutilado, cuyas postreras palpitaciones se extinguían de segundo en segundo. Tratamos de bajarle a la cámara; pero no fue posible arrancarle del alcázar. Al fin, cediendo a nuestros ruegos, comprendió que era preciso abandonar el mando.

Agotó el buen amigo toda su lógica para arrancarle aquella idea, sin adelantar nada. «Y por fin dijo tomando el tono festivo y maleante que empleara con Maxi en otra ocasión , ¿para qué hacemos caso de lo que diga ese desventurado?... ¡Ay qué románticas y qué súpitas... semos! Mi amigo Rubín, con esas apariencias que ahora tiene de hombre de seso, está más tocati que nunca.

El conde de Onís paseó una mirada de extravío por ellos, se dirigió al sitio donde yacía Josefina, alzola del suelo y, con ella en brazos, trató de abrirse paso. Amalia se le puso delante. ¿Adónde va usted? Y quiso arrancarle la niña.

Por primera vez en aquella noche la vi reír. Yo sabía añadió después que todas las sospechas caían sobre , y callaba. Jamás hubiera delatado a la pobre Asunción. Esperaba arrancarle de la cabeza esa locura, y en una ocasión creí conseguirlo.

Si tropezaba con personas que no se dejaban comprar, nunca imaginaba que lo hacían de buena fe, sino porque se estimaban en mayor precio del que ofrecía. Era una de las tareas más pesadas de Llera arrancarle de la cabeza los proyectos de soborno cuando recaían en hombres que sin duda habían de rechazarlos con indignación.

Siguió a este desahogo un himno entusiástico, hermosa y altamente entonado, a la «madre Naturaleza», di por visto, y de muy buena gana, lo que él deseaba que yo viera; y más por hundir otro poco mi sonda en sus adentros que con intención de arrancarle sus ilusiones, díjele al cabo: Pase, pues, lo de la amenidad, lo de la hermosura y hasta la sublimidad y la elocuencia de este escenario que le encanta y maravilla; pero ¿y los actores que le acompañan a usted en la égloga perenne de su vivir? ¿Qué me dice usted de ellos... del hombre... vamos, de los hombres?

Doña María se apresura entonces á revelar al Gobernador la traición de Don Manuel, y en seguida se hace á la mar con ella en otro buque para alcanzar al fugitivo y arrancarle su hijo. La escena inmediata representa un huracán espantoso, que se ensaña contra el navío en donde van Don Manuel y Doña Leonor. El amante infiel comienza entonces á presentir que le persigue la Justicia Divina.

Palabra del Dia

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