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Actualizado: 21 de septiembre de 2025
¿Que no está sola la reina? ¡Otra desgracia!... ¿Pero quién está con la reina? Está... esa doña Clara Soldevilla; esa menina á quien tanto quiere, á quien tanto favorece, de la cual apenas se separa la reina mi señora... esa mujer á quien no ha sido posible arrancar del lado de su majestad. ¡Doña Clara Soldevilla! dijo el rey palideciendo más de lo que estaba ; ¿será necesario...?
Todavía le dio otra prueba de particular confianza y afecto. Después que le hubo hecho saborear los interesantes fenómenos patológicos que su penetrante inteligencia había logrado arrancar a la vida administrativa y comercial, un día le llamó aparte con misterio y le dijo: Te voy a enseñar, Mario, una cosa que te ha de sorprender y admirar.
La casa del guarda estaba abierta; no había nadie en ella; pero después de buscar algún tiempo vieron a Catalina, ocupada en arrancar las malas hierbas en el jardín. Así que la campesina vió a la joven y a su aya, se incorporó y fué a recibirlas. Una ardiente curiosidad se leía en sus ojos, y, mientras se iba acercando, interrogaba al aya con la mirada.
Sea de ello lo que fuere, puesto que lo encontramos en el umbral de nuestra narración, por decirlo así, no podemos menos que arrancar una de sus flores y ofrecérsela al lector, esperando que simbolice alguna apacible lección de moral, ya se desprenda de estas páginas, ó ya sirva para mitigar el sombrío desenlace de una historia de fragilidad humana y de dolor.
No había sido aún ministro, pero se contaba que lo fuese en plazo muy breve. Clementina había rechazado repetidas veces sus instancias. Raimundo lo sabía y estaba orgulloso de este triunfo. Sin embargo, no podía arrancar de sí cierta inquietud cada vez que le veía hablando con ella como en este momento.
En el mes de Febrero se le resquebrajó el horno al honrado labrador de Canzana, por efecto de las fuertes heladas que cayeron. Ya estaba viejo también: era pequeño: pensó en hacer otro mayor. Llamó para ello á un cantero de oficio y á Nolo también para que le ayudase á arrancar la piedra, trasportarla, batir la cal, etc.
No importa lo que en el mar sucediese, él siempre era el culpado: alumbrando la tormenta, solía arrancar alguna víctima de sus brazos, y no obstante él tenía la culpa de la furia de los elementos. Así es cómo la ignorancia acostumbra á tratar al genio, acusándole de los males que descubre. Me acuso en este sitio de haberle tratado yo mismo con injusticia.
Esta era la parte grata de su tarea, la obra verdaderamente divina que le dejaba el corazón anegado de dulzura y entusiasmo. ¡Arrancar un alma de las garras del demonio!
Añadió el médico que el accidente sufrido por D'Orsel acarreaba el resultado de arrancar al incorregible solitario del espantoso aislamiento que se había impuesto en su castillo haciéndole cambiar de residencia, de aires y acaso de costumbres.
¿No podríamos salir a dar una vuelta por el campo? Me muero por los árboles. Artegui torció hacia el teatro, ante cuyo pórtico aguardaban dos o tres cochecillos de los llamados cestos. Hizo breve seña al más próximo, y el auriga vasco, alzando su fusta, halagó con ella el anca de las tarbesas jaquitas, que, la cerviz enhiesta, se prepararon a arrancar.
Palabra del Dia
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