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Tal es el carácter que presenta la montonera desde su aparición; género singular de guerra y enjuiciamiento que sólo tiene antecedentes en los pueblos asiáticos que habitan las llanuras y que no ha debido nunca confundirse con los hábitos, ideas y costumbres de las ciudades argentinas, que eran, como todas las ciudades americanas, una continuación de la Europa y de España.

Luego, el muchacho consideraba con no menos devoción todos los recuerdos de gloria que adornaban la casa: coronas de hojas de oro, copas argentinas, desnudeces marmóreas, placas de diversos metales sobre fondo de peluche, en las que brillaba imperecedero el nombre del poeta Labarta. Todo este botín lo había conquistado á punta de verso en los certámenes, como guerrero incansable de las letras.

El curso de estudios, que comprende siete años, es amplísimo y riguroso. Así como la universidad de Santa Fe puede calificarse de incipiente, la de La Plata, de moderna, y la de Buenos Aires, de nacional, así la cuarta de las universidades argentinas, la de Córdoba, puede llamarse tradicional. La de Buenos Aires se fundó casi simultáneamente con el establecimiento de la independencia.

Negros los rostros y la frente roja, La mano herida y como sierra el sable Llevaba aquella hueste formidable, Fugitiva del campo del honor. Envueltos en banderas argentinas Conducian los restos de un soldado, Y brillaba en su cráneo descarnado La aureola que al mártir coronó.

Pero lo que necesito notar para mi objeto es que la revolución, excepto en su símbolo exterior, independencia del Rey, era sólo interesante e inteligible para las ciudades argentinas, extraña y sin prestigios para las campañas.

No teniendo ocasión de hacerlo, el párroco aliviaba su corazón administrando un par de ellas en el trasero a cualquier monaguillo que tropezaba en su camino. Y las voces argentinas del coro salían a intervalos por las ventanas de la casa, despertando en la multitud un entusiasmo sin límites, que estallaba en aplausos y en hurras.

El viajero de la armadura de oro. D. Salvador. Su historia. Su famosa aventura. ¡Pobre D. Juan! Una costumbre quichua. Mi permanencia en Colombia había concluido, debiendo pasar, por disposición de mi gobierno, a ocupar una de las legaciones argentinas en Europa.

Y sus hijas tambien con patriotismo, Bendan al que cayó con heroismo. Las damas Orientalas y Argentinas fundaron á su costa un hospital de sangre, en que fueron asistidos personalmente por ellas, mas de dos mil heridos del sitio de Montevideo. El mundo entero aplaudia ese golpe. No necesito confesar que he tenido muy presente la bellísima imprecacion del Sr.

Cuando duerme en calma y el sol brilla en la altura, me deleitaba mirando al abismo, á cincuenta metros á mis piés, buscando monstruos en los bosques de madréporas y corales que se columbran al través del límpido azul, las enormes serpientes que, al decir de los campesinos, dejan los bosques para vivir en el mar y adquirir formas espantosas... Por las tardes que es cuando, dicen, aparecen las sirenas, las espiaba yo entre una y otra ola, con tanto afan que una vez creí distinguirlas en medio de la espuma, ocupadas en sus divinos juegos; distintamente sus cantos, cantos de libertad, y percibí los sonidos de sus argentinas arpas.

Las ciudades argentinas tienen la fisonomía regular de casi todas las ciudades americanas: sus calles cortadas en ángulos rectos, su población diseminada en una ancha superficie, si se exceptúa a Córdoba, que, edificada en corto y limitado recinto, tiene todas las apariencias de una ciudad europea, a que dan mayor realce la multitud de torres y cúpulas de sus numerosos y magníficos templos.