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Actualizado: 25 de junio de 2025
El análisis de la virtud de la Pipaón arroja un singularísimo resultado. Pez no había tenido la habilidad o la suerte de sorprenderla en uno de aquellos infelices momentos en que la satisfacción de un capricho o las apreturas de un compromiso movían en su alma poderosos apetitos de poseer cantidades, que variaban según las circunstancias.
Apenas se cabía en el testero del estrado donde recibían los señores de Peleches; y a estas apreturas y al respeto que infundían allí los personajes graves, se debió, para suerte de los de casa, que ni las Corvejonas ni las de Codillo estuvieran en el lleno de sus papeles, como habían estado en los suyos respectivos las Escribanas y Rufita González, y se marcharon pronto.
Una señora gorda, de aspecto bondadoso, hallóse en aquellas apreturas al lado del niño, llevando de la mano a un chiquillo gordinflón que sólo había obtenido un premio de gimnasia. Notó este las lágrimas de su compañero, y tirando de las faldas a la señora, le dijo al oído: Mamá... mamá... Luján está llorando.
Una permanencia de diez horas en las apreturas del bote, vagando á la ventura, en espera de socorro, no había quebrantado sus energías. Las mujeres mostraban mayor desesperación. Ferragut vió en el centro de un grupo de señoras á una jovencita inglesa, rubia, esbelta, elegante, que lloraba balbuceando explicaciones. Se había visto en una lancha, separada de sus padres, sin saber cómo.
Ante la mesa y sus apéndices, no sin mil cumplimientos y ceremonias, fueron tomando asiento los padres curas, porfiando bastante para ceder los asientos de preferencia, que al cabo tocaron al obeso Arcipreste de Loiro la persona más respetable en años y dignidad de todo el clero circunvecino, que no había asistido a la ceremonia por no ahogarse con las apreturas del gentío en la misa , y a Julián, en quien don Eugenio honraba a la ilustre casa de Ulloa.
Sin acuerdo previo, como si los odios de sus familias, las frases y maldiciones oídas en sus barracas surgiesen en ellas de golpe, todas cayeron á un tiempo sobre la hija de Batiste. ¡Lladrona! ¡lladrona!... Desapareció Roseta bajo los amenazantes brazos. Su cara cubrióse de rasguños. Agobiada por tantos golpes, ni caer pudo, pues las mismas apreturas de sus enemigas la mantenían derecha.
Seguramente vendrían para ella grandes apreturas, pues tenía que devolver pronto a la Pitusa sus joyas, allegar recursos para mantener a la señora y a su huésped, socorrer a Almudena, etc... Tantas obligaciones se había echado encima, que ya no sabía cómo atender a ellas.
Siguió adelante, y en el principal dió con una inquilina muy mal pagadora, pero de muchísimo corazón para afrontar á la fiera, y así que le vió llegar, juzgando por el cáriz que venía más enfurruñado que nunca, salió al encuentro de su aspereza con estas arrogantes expresiones: «Oiga usté, á mi no me venga con apreturas. Ya sabe que no lo hay.
Y existen ya figuraciones difíciles en el orden económico, estrecheces doradas, angustias domésticas por no renunciar al brillo social, mantenido con arduos apuros y apreturas tristes, ocultas y silenciosas. De aquí que haya algún «tramitador» interesado.
En el Seminario se murmuraba que era muy galanteador y que se introducía siempre entre la muchedumbre y en lugares muy concurridos, por disfrutar de apreturas con las mujeres. Su voz era como el estridor de un cuchillo contra un plato. Yo no podía oírle sin sentir dentera y malestar de estómago.
Palabra del Dia
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