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Yo le mando á V. R. respondió el P. Zea que no haga mudanza ninguna en su vestido y deje que yo me goce en esta pobreza, de que hago más aprecio que de cuantas púrpuras visten los monarcas y emperadores. Todos los muebles de su aposento eran una red, ó como aquí llamamos, hamaca, para dormir, sin colchón ni almohada, unos cuantos libros devotos y un Santo Cristo.

Además, había sabido ganarse el aprecio y la confianza del barón, sus compañeros de armas lo consideraban como valiente entre los valientes de la Guardia Blanca, á pesar de sus pocos años, y sobre todo, el barón acababa de oir la revelación de su amor más complacido que enojado.

Cecilia y su marido están todavía con nosotros; su hijo, mi nietecito, se está haciendo cada día más hermoso; su madre se lo cría, y hace en esto muy bien; nunca me ha gustado dar los niños a manos mercenarias. Va mejorando nuestra fortuna. Gozamos de la consideración y aprecio de cuantos nos rodean y esto es una parte de los beneficios que Dios me concede.

Pero como estos libros iban firmados por sus respectivos héroes, y cada uno callaba mi nombre, Castillejo apreció su historia como la mejor de todas, paladeando las hermosuras de mi estilo lo mismo que si le perteneciesen. Andaba muy ocupado en la elección del nuevo presidente.

En cuanto á la crítica, las preocupaciones reinantes en Francia han sido obstáculo, hasta los tiempos modernos, de que estimasen como debían, con toda libertad, el mérito del teatro español; pero desde época antigua manifestaron siempre aprecio y admiración por el mismo.

Sonrió con desdén Navarro, y como si su hermano hubiese dicho una gran necedad, le contestó de este modo: ¿Pero no sabes, pobre hombre, que ese infeliz Zumalacárregui fue hecho prisionero en la Rioja, conducido a Estella, en cuya cárcel se agravó su enfermedad del hígado, y después trasportado en un carro a Pamplona? ¿No sabes que está en el hospital con un mal gravísimo, que algunos tienen por hepatitis y otros por locura? ¡Lástima de hombre! le aprecio mucho y deseo que sane.

Una de las causas, la mayor tal vez de la postración y del hundimiento en que nos vemos, es la cortísima estimación en que se tienen hoy los mismos españoles; cortísima estimación que, combinada con el sobrado aprecio y exagerado buen concepto que cada cual forma de propio, nos arrastra a la desunión, al regionalismo y al separatismo.

De los monumentos romanos hizo tanto aprecio, que al decir de un escritor, no perdonó diligencia ni gasto para recoger cuantos pudo encontrar en Estepa y su estado, y aun fuera de él y los colocó en un palacio que edificó en Lora, si bien ocultando su nombre tras el de su hijo y colega en aficiones Don Juan de Córdoba.

A ellos, y no a la menguada y pobre inspiración del poeta, se debe el éxito pasmoso que obtuvo el drama, en el precioso teatro que el Sr. D. Fernando Bauer improvisó en su casa, y cuya magnífica decoración mudéjar pintó lindamente el Sr. Conde del Real Aprecio.

Gran satisfacción fue para don Víctor Quintanar, que volvía del Casino, encontrar a su mujer conversando alegremente con el simpático y caballeroso don Álvaro, a quien él iba cobrando una afición que, según frase suya, «no solía prodigar». Estoy por decir aseguraba que después de Frígilis, Ripamilán y Vegallana, ya es don Álvaro el vecino a quien más aprecio.