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Los cristianos nuevos de Portugal no hicieron grande aprecio de los consejos que les fueron dados en esta carta, puesto que quedaron viviendo en aquel reino: lo que prueba que no eran tan perseguidos por alli como se imaginaba.

Buenas noches, amigo; eres un hombre honrado... y te aprecio... pero este carcunda, este comehostias, este rapa-velas, este maldito tirano de la Iglesia, este Provisor... es un ladrón, y lo sostengo.... Toma un pitillo. Tomó el pitillo Pepe, escondió la linterna, arrimó a la pared el chuzo y dijo con voz grave: Don Santos, ya es hora de acostarse; ¿quiere que abra la puerta? ¿Qué puerta?

Y ahora que sabes ya lo bien pagada que es tu inclinación, ¿qué sientes?, ¿qué piensas de D. Jaime? Siento y pienso... que no debo dar en seguida un de que tal vez no haga él mucho aprecio si con tal facilidad le obtiene. Además, no basta ser amada. Es menester pensar en el término de estos amores. ¡Hija mía! ¿Qué otro término pueden tener sino el de que os case el cura?

Por un momento creyó haber encontrado el medio de apartarle de tal existencia. Los parientes de Berlín visitaron á los Desnoyers en su castillo de Villeblanche. Karl von Hartrott apreció con bondadosa superioridad las colecciones ricas y un tanto disparatadas de su cuñado. No estaban mal: reconocía cierto cachet á la casa de París y al castillo.

Este período fué para nuestro poeta tan ocupado, que hubo de renunciar á sus trabajos literarios, y durante su permanencia en Berlín con tal motivo, fueron para él inolvidables por sus atractivos las horas en que disfrutó del trato y compañía de Alejandro de Humbold, que lo apreció siempre sobremanera, y de Luis Tieck.

Ya no tenía una mujer á su lado como prolongación inevitable; vivía entre hombres... Y apreció la castidad como un placer que se le ofrecía con todos los encantos de lo nuevo. La segunda noche, en la estrecha y maloliente cámara del patrón, se sintió desvelado por los recuerdos, que volvían á retoñar. ¡Oh, Freya!... ¡Cuándo la vería otra vez!...

Pero no por eso he perdido tiempo en obedecer á V. E., pues lo retardado me ha servido de hacer acuerdo en orden al cumplimiento de lo que me manda y me riñe, bien que con más aprecio de lo que me riñe que de lo que me manda.

Por eso Josefina no podía explicarse la actitud de Félix Aldea, aquel empeño en mostrarse enamorado junto al recelo para confesarla su amor. Lázaro apreció rápidamente la situación: Josefina era buena, y el galanteo de que Félix la hacía objeto servía para alejar sospechas.

Don Duarte de Meneses recibió con grande aprecio al aventurero castellano que tan bien le había servido y aceptó gustoso el rico obsequio de los veinte hermosos caballos. Por aquellos días todo era júbilo en Goa, porque de Ormuz llegaron también muy buenas nuevas.

Al cabo de un rato volvieron, sin saber cómo, a encontrarse sus ojos, y otra vez soltó a reír la devota, mirándole con semblante alegre. El padre Gil no hizo aprecio de ello y volvió el suyo hacia la ventanilla. Pero Obdulia exclamó: ¿A que no sabe, padre, de qué me estoy riendo? Usted dirá repuso gravemente el clérigo sin volver la cabeza. Pues de usted.