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Actualizado: 21 de julio de 2025
No bien acabadas de hacer las paces, llegó don Acisclo con Pepe Güeto, quienes no advirtieron las huellas de la pasada tempestad. Cenaron los cuatro en amistosa compañía, y con buen apetito, y se fueron luego a dormir. Al día siguiente se celebró con pompa y estruendo la entrada triunfal de D. Jaime en Villafría.
Corría entre tanto el invierno, y el capellán se habituaba a la vida campestre. El aire vivo y puro le abría el apetito: no sentía ya las efusiones de devoción que al principio, y sí una especie de caridad humana que le llevaba a interesarse en lo que veía a su alrededor, especialmente los niños y los irracionales, con quienes desahogaba su instintiva ternura.
Era, por más señas, de Maquileros, un vecino del Tarumbo. De manera que se trataba de un oso cebado en carne fresca y a qué quieres, boca. ¡Excelente ocasión la de nuestra visita para afinar el apetito de su merced! Enlazado naturalmente con esta conversación, vino el plan de ataque a la fiera en su misma guarida después de cerciorados nosotros de que estaba en ella.
La oración de quietud, aquellas horas de unión contemplativa con la Divinidad, les había abierto de par en par el apetito.
El apetito es nulo ó pervertido; hay náuseas, digestiones difíciles; la de las frutas es laboriosa y se desarrollan gases; el estómago y el vientre están lánguidos, doloridos, timpanizados, con acedías. La tos es seca, y los pocos esputos que se presentan tienen un olor como de moho.
Tan llena está de despecho que no la cabe ni un bocado; es necesario andar con cuidado con esta loca. Bebed más añadió alto , el beber os dará apetito. Y la llenó de nuevo la copa. Dorotea apuró la mitad y luego puso los codos sobre la mesa, apoyó la cabeza entre sus manos y quedó profundamente pensativa.
El día de la gran prueba, Gonzalo estuvo muy agitado. Había tratado de inquirir con disimulo, si algún criado de la casa estaba comprometido, o por lo menos sabía algo. Nada encontró tampoco que lo hiciera presumir. Almorzó sin apetito. En cuanto tomó café mandó enganchar y se fué en compañía de su suegro. La sesión del ayuntamiento duró hasta las diez de la noche.
Jamás había hecho tanta sensación ella, la viudita, con el vestido más escandaloso, como Ana con su hábito y su beatería. «¡Qué atrasado, pero qué atrasado estaba aquel miserable lugarón!». Entretanto Ana recobraba el apetito, la salud volvía a borbotones. Tenía sueños castos, tales se le antojaban, sin sujeto humano, como decía Ripamilán, pero dulces, suaves.
Sólo más tarde me di cuenta de este proyecto, al mismo tiempo que de otras cosas, que me hubiera sido fácil comprender antes si hubiese tenido más experiencia. Generalmente llegaban a la hora de almorzar. Pablo, dotado del apetito que sabemos, almorzaba copiosamente y merendaba sólidamente a las tres.
«Esto que te doy añadió la monja , es una reparación de los nervios y un puntal del ánimo desmayado. No creas que lo hago a escondidas de la Superiora, pues acaba de autorizarme para darte esta golosina, siempre que sea en la medida que separa la necesidad del apetito y el remedio del deleite. Yo sé que esto te entona y te da la alegría necesaria para cumplir bien con los deberes.
Palabra del Dia
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