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Actualizado: 9 de junio de 2025
Y mi felicidad la ve en el apellido de Carlitos, en las estancias de Carlitos, en las casas de Carlitos, en las herencias que le van a caer a Carlitos de su abuela, de sus tías, de sus tíos, de no sé quién más... campos aquí y allá, media avenida Alvear, otro tanto en Callao y Florida, cien mil vacas, un millón de ovejas... ¡qué sé yo!
Mira, Medea: es el hijo de mi pobre hermano, lleva mi apellido como tú, no tenemos hijos... ¿Qué cosa más natural que lo hagamos nuestro hijo, que lo eduquemos conforme a nuestros medios? ¡Ca! No me muelas la paciencia, Ramón, no me impacientes contestaba mi tía Medea furiosa. ¡Yo no necesito de tu nombre para nada! ¡Guárdatelo, que para nada me sirve!
¡Soltero también! exclamó don Simón sin poder disimular su alegría. ¿Y qué le choca? Nada, nada rectificó, aturdido, el candoroso diputado ; sino que, como lo decía usted a continuación de su apellido, ¡ja, ja, ja!, me hizo mucha gracia.
Sin cuerpo, porque tal como lo tengo de aporreado me aprovecha, y sin alma, porque la tengo trastornada y revuelta, y andando en cien lugares y no sabiendo dónde pararse. ¡Ah, esperábais! Sí, señor, y había perdido la esperanza, amigo Montiño. No volváis á llamarme Montiño, os lo ruego, don Francisco; ese apellido me hace daño.
De igual opinión debe de ser Edmundo Rostand: sus hijos Juan y Mauricio aseguran la conservación de su apellido, y «Cyrano», por sí solo, le garantiza la inmortalidad. ¿Por qué no tener también una casa?... Y con este pensamiento, el gran poeta levantó esa Villa Arnaga, que, si no es la más excelsa de sus obras, tampoco es la peor.
Todos los días, por espacio de siete generaciones, un individuo de otras tantas de procurador, llegó á la casa solariega, y nunca se puso el sol quedando aplazada una conferencia por haber dormido fuera del hogar un Seturas; ninguno de ellos se hubiera atrevido á hacerlo sin presagiarse una sentencia fatal. Don Silvestre, al fin, era Seturas, y no quería desmentir su apellido.
Además, con cualquier apellido es posible la vida. La aristocracia, bien mirada, es lo mismo que la democracia. Todo surge de la nada y vuelve a la nada, misia Melchora. Pero mientras se vive, conviene ser alguien en el mundo. Nacemos, sufrimos, morimos y nos olvidan. He ahí todo. El resto es espuma, aire, humo, ruido. Pero, Inesita es alguien. Y si no, pregúnteselo usted a su nieto.
Yo, acometido súbitamente de una gran dignidad, respondí con gesto desdeñoso: No lo sé. Pero aquel empleado era, por lo visto, hombre amable y de buena pasta, porque insistió, diciendo: Si usted supiera el apellido, tal vez, preguntando por los talleres, podríamos dar con ella. Es una mujer de treinta años o más, pálida, de ojos negros, que lleva un pañolito blanco al cuello.
16 A Simón, al cual puso por nombre Pedro; 17 y a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo; y los apellidó Boanerges, que es, Hijos del trueno; 18 y a Andrés, y a Felipe, y a Bartolomé, y a Mateo, y a Tomás, y a Jacobo hijo de Alfeo, y a Tadeo, y a Simón el cananista, 19 Y a Judas Iscariote, el que le entregó.
Las había sabias como la doctora, elegantes como Freya, venerables y con un apellido célebre, para obtener la confianza que inspira una viuda noble. Eran numerosas, pero no se conocían unas á otras. Algunas veces se tropezaban en el mundo, se presentían, pero cada una continuaba su camino, empujadas en distintas direcciones por la fuerza omnipotente y oculta.
Palabra del Dia
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