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De modo que el joyero Simoun que pasaba por indio inglés, portugués, americano, mulato, el Cardenal Moreno, la Eminencia Negra, el espíritu malo del Capitan General como le llamaban muchos, no era otro que el misterioso desconocido cuya aparicion y desaparicion coincidían con la muerte del heredero de aquellos terrenos.

Descanse pues el gran templo por tantos califas reformado y engrandecido, y manténgase como mudo testigo de las rápidas invasiones, insurrecciones sangrientas, guerras civiles y traiciones que hormiguean y zumban á su pié , hasta que le llegue el dia de mostrarse como una aparicion fantástica á los ojos atónitos de los guerreros de S. Fernando.

Por otra parte, á esos sirenos, demasiado análogos con el hombre, teníaselos con más razón por una ilusión diabólica, y tal era la abominación que causaban en la Edad Media, que su aparición señalábase cual un espantoso prodigio que Dios, en su justa cólera, permite para aterrorizar al pecado. Apenas nadie se atrevía á citarlos, apresurándose á hacerlos desaparecer.

Escribir a doña Beatriz diciéndole la no aparición de su marido, era infundirle el mismo pesar que tenía él y tal vez descubrir además un secreto de Braulio: algo que le importaba mucho que su mujer no supiese. Paco aguardó con impaciencia, pero aguardó. La estación del ferrocarril estaba a cuatro leguas del lugar. Un carricoche traía a los pasajeros desde el punto por donde el ferrocarril pasaba.

Usted no debe presentarse en la calle de San Cristófano, porque en el acto notarían su aparición. Déjeme todo el asunto a solo, signore. Voy a tomar una persona que me ayude, y espero que los dos podremos, antes de mucho tiempo, encontrar a este misterioso individuo y seguirle la pista.

Aún no llevaba el traje colombiano de viaje, que más tarde adopté por comodidad. El indio abrió tamaños ojos cuando oyó salir del fondo de aquella aparición una voz que hablaba español con claridad bastante, para hacerle comprender que mi modesto deseo era cambiar mi mula cansada por su caballo fresco.

Su nuera aparece en el suyo, más desaliñada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesísima nube de humo, ¡aparición verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada grita, mirando al piso segundo: ¡Tía!...

Su aparición en la Bolsa era saludada con entusiasmo; los especuladores, olfateando un indicio cualquiera, para lanzarse en las corrientes del alza, o de la baja, salían a su encuentro, le preguntaban, le seguían. ¿Qué dice don Bernardino? ¿compra oro? ¿vende cédulas? Misterio. El señor Esteven iba solo a charlar un rato, a ver a sus amigos, a tomar el pulso del mercado.

A las 5 a. m. mi vecina se levantó, humedeció una esponja diminuta, se refrescó la cara, sacó el reloj, consultó su itinerario, arregló sus maletas, y como yo hiciera mi aparición en ese momento, me tendió la mano, dándome un gracioso good morning. Cuando el tren se puso en marcha nuevamente, volvió la cabeza y me hizo un saludo con la mano. Me volví al vagón de mal humor.

Mantoux se preguntó si no le había engañado su vista y si no era víctima de una alucinación; recuperó la presencia de ánimo, volvió sobre sus pasos y buscó al enemigo; el camino estaba desierto y la aparición se había desvanecido en la noche. Una obscuridad profunda envolvía la casa.