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Actualizado: 1 de octubre de 2025


Los hombres que estaban al frente de la administración de sus bienes una oficina con numerosos empleados, casi un Ministerio de pequeño Estado le anunciaban que los diez y seis millones anuales de la princesa iban muy pronto á ser veinte, por el desarrollo de los ferrocarriles rusos, que permitiría una explotación más intensa de sus minas.

Que no se reparara en edades ni en estampas: viejos y mozos, altos y bajos; todo servía, con tal de no carecer de ingenio ni de desparpajo; tupé, que dicen otros. Para todos habría que hacer allí. Y así se fue haciendo. Cuando le anunciaban un presentado, preguntaba ella al presentante: ¿Vale? Respondíanla que . Pues que venga.

Los postreros rumores del día anunciaban por dondequiera la proximidad del silencio.

Tal viva penetración del arte y tal destreza en la ejecución como el general poseía, anunciaban desde luego la victoria. Y, en efecto, a consecuencia del nuevo y acertado plan de ataque, comenzaron a rendirse una en pos de otra, a sus armas, no pocas bellezas de las mejor sazonadas y maduras de la capital.

El cielo menguaba en luces, y una apacible claridad glauca, pura como la atmósfera y plácida como el fresco vientecillo que mecía los cipreses, iba inundando el firmamento. Orión se hundía entre los picos de la cordillera, y la Osa Mayor descendía hacia los valles de Pluviosilla. En la región opuesta vagos albores anunciaban la aurora.

Hermosas tintas carmesíes anunciaban en Oriente que el sol no tardaría en alumbrar la tierra. Despedida. Pocos días después se supo que Velázquez traspasaba la tienda, y más tarde que se embarcaba para América. Prefirió trasladarse en un buque de vela mandado por cierto amigo suyo que partiría el 15 de Setiembre.

Las armas de fuego y las armaduras de hierro de los españoles no amedrentaron a los héroes indios; pero ya no quería obedecer a sus héroes el pueblo fanático, que creyó que aquéllos eran los soldados del dios, Quetzalcoatl que los sacerdotes les anunciaban que volvería del cielo a libertarlos de la tiranía.

Apenas podía sostenerse sobre sus pies hinchados y doloridos, sus arterias latían con violencia, partía sus sienes un agudo dolor; una sed ardiente le devoraba. Y para aumento del horror de su situación, unos sordos y prolongados mugidos le anunciaban la proximidad de algunas de las toradas medio salvajes, tan peligrosas en España.

Hullin, solo, frente a una amplia mesa de pino, pensaba en todo. Por las últimas noticias recibidas durante la noche, que anunciaban la llegada de los cosacos a Framont, estaba convencido de que el primer ataque tendría lugar al día siguiente. Había mandado distribuir los cartuchos, reforzado los centinelas, organizado patrullas y señalado los puestos convenientes, a lo largo de los parapetos.

Los diarios, el cable, las agencias telegráficas, me anunciaban con una anticipación ruidosa. «¡Va á llegar el invencible Spadoni!» Y las empresas de juego, considerando su muerte próxima, hacían dinero con su agonía, vendiendo asientos á precios fabulosos á todos los que deseaban presenciar mi triunfo.

Palabra del Dia

neguéis

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