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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Ramiro conoció de súbito el arrobamiento del primer amor. Su soñar sobrepujaba la vida; y aquel brusco delirio fue pronto para él la coloración, el ritmo y el perfume de todo lo creado. Su fervor religioso y sus anhelos de gloria se acostaron entonces como lebreles a los pies de la nueva pasión.

Sobre too, ni una palabra a don José: me estorbaría el viaje... Esto no lo sabe mas que la mamita. El talabartero aceptó. ¡Un viaje gratuito a Madrid, aunque fuese en triste compañía!... Durante el camino, Carmen daba forma a sus anhelos.

Pero luego, poco a poco, fuí viendo que entre los cuatro terrosos tabiques de un pobre rancho existen las mismas pasiones, las mismas inquietudes, los mismos anhelos, las mismas desventuras y las mismas alegrías que en la ciudad más populosa. Es cuestión de saber ver, de fijarse, de poner interés en cuanto nos rodea.

¡Cuán poco juiciosa eres, Reina! El juicio, según mi opinión, consiste en querer la felicidad. Decidme que me querrá, señor cura, decídmelo. No deseo otra cosa, hijita querida, respondíame el cura, quien a pesar de su horror al sufrimiento físico hubiera sido capaz de seguir el ejemplo de Mucio Scévola, si la realización de mis anhelos hubiese dependido de semejante sacrificio.

Entre ésta existía, sin embargo, un mancebo hacia el cual ninguna doncella de la ciudad había osado levantar los ojos hasta entonces con anhelos matrimoniales. Era el conde de Onís.

Otras veces, el «tramitador» se convierte en heredero de las diez leguas alfalfadas por medio de un matrimonio un tanto morganático, si vale expresarse así, en que se unen el brillo del nombre y el más opaco que da el campo bien alfalfado, aunque exento de gules. La vida es una serie de mutuos apuntalamientos, de combinación de anhelos, de asociación de aspiraciones diversas.

Receloso de que el odio altivo de aquella familia destronada le burlase sus anhelos y su amor, había querido interesar en todo al Emperador, quien, por su parte, miraba con placer aquellos enlaces que pudieran apartar de toda revuelta a los renuevos de los Granadas.

No hay tal unidad en la vida psíquica de ninguna persona real, de carne y hueso, con su espíritu complejo, ondulante y variable, con sus pasiones en lucha consigo mismas y con las pasiones, anhelos y deseos de los demás.

La caña hizo su aparición, llevando la alegría a todos los corazones, y los guitarreros, después de tocar un triste, en que palpitaban todos los anhelos de un alma enamorada, comenzaron a puntear un pericón con todas las reglas del arte. Salieron las parejas al centro, elegidas con cuidado por el bastonero, entre los mozos y mozas de más fama.

...«¿Por qué te has llevado mi pensamiento?»... leía y releía Melchor en el telegrama de Clota, que había sacado del bolsillo para contemplarlo de nuevo como un diploma de felicidad, pensando: ...¡Qué misterioso intercambio de ideas, de anhelos, de aspiraciones coincidentes, en esta suprema armonía de afecto que nos une!... ¡Cómo ha sabido encontrar Clota la mejor forma de decir lo que yo también pensaba... «te has llevado mi pensamiento»! ¡De qué manera se habrá sentido, acompañándome con la imaginación, que ha producido esta fórmula tan sencilla, tan exacta, tan delicada, tan honda!... «te has llevado mi pensamiento»... ¿Si ocurrirá así?... porque desde que me he separado de ella siento en mi cerebro, en mi corazón, en mi espíritu, ¡qué yo! algo como una voz íntima que me dice: «Clota... soy Clota... ¿ves? estoy contigo... contigo para siempre... ¡para siempre!...»

Palabra del Dia

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