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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Así, aquel germen de pasión y de inteligencia, guardado en un huevo, se reconocía con vida, se reconocía con fuerza, y empezaba a dar picotazos en su cárcel, anhelando respirar fuera de ella otros aires y calentarse con calores más enérgicos. Así, aquella ceguera abría sus párpados, gozándose en la desconocida luz.
Así pues, calculando las grandísimas ventajas que resultarian de la navegacion del Paraguay para el tráfico comercial y para la civilizacion de la provincia de Chiquitos, y anhelando ser el primer instrumento de esta gigantesca empresa, recogí todos los datos posibles de los indígenas acostumbrados á recorrer las florestas, é hice abrir un camino hácia las ruinas del antiguo Santo-Corazon, en donde corre el Rio Oxuquis, formado de los rios San-Rafael y Tucabaca, llegando á cerciorarme que los altos ribazos de esta corriente podrian proporcionar, en todas estaciones, un puerto cómodo y situado á muy poca distancia del Rio Paraguay, en el cual desemboca un poco mas arriba del fuerte de la Nueva-Coimbra.
Anhelando olvidar la señora su anterior desvarío, creía que el mejor medio era borrar con expresiones cariñosas las malévolas ideas de antes, y así, mientras su compañera la arrullaba, decíale: «Si yo no te tuviera, no sé qué sería de mí. Y luego me quejo de Dios, y le digo cosas, y hasta le insulto, como si fuera un cualquiera.
A pesar de ésto, la ilustración actual de Filipinas es muy superior á lo que comunmente se cree; pruébanlo aquellos claustros de profesores de su Universidad é Institutos nutridos hoy con un crecido número de insulares, gallarda muestra de las ambiciones de progreso que allí se remueven de contínuo, anhelando conocer el más allá que hasta ahora les fué vedado investigar.
Me encontraba ya como á trecientas leguas del mar; pero anhelando tambien conocer las poblaciones puramente indígenas, volví mi marcha al este, hácia la provincia de Chiquitos, atrevasando el Monte-Grande, cuya espesa frondosidad cubre una extension de mas de sesenta leguas, y en donde vanamente se buscarian otros huéspedes que los animales salvages.
Oh, no señor; precisamente soy de la opinión contraria repuse con la mayor viveza, anhelando que la disconformidad de pareceres alejase de mí la intolerable y odiosísima amistad que quería manifestarme el inglés . Creo que las autoridades españolas hacen bien en no consentir que desembarquen los ingleses. En Cádiz hay guarnición suficiente para defender la plaza. ¿Lo cree usted? me preguntó.
Penetraba por lo más sombrío de las enramadas, anhelando ver algún prodigio espantable, algún signo, algún aviso que le retrajese. Se acordaba a menudo del estudiante Lisardo, y ansiaba ver su propio entierro.
Nuestras aspiraciones, providencial ó fatalmente impuestas por nuestra misma historia, están en que nadie sin contar con nosotros domine en Marruecos; en estrechar cada vez más nuestras relaciones con los portugueses; y en conservar, ya que los lazos políticos están rotos, la unidad de civilización, de idioma y de casta entre esta península y las que fueron sus colonias y hoy son repúblicas independientes, procurando y anhelando, con poco menos ahinco é interés que nuestra prosperidad y auge los de las repúblicas hispano-americanas, hacia las cuáles nos inclina un orgullo paternal que no quisiéramos ver abatido y burlado.
Por un rato perdí toda la exaltación guerrera y el furor patriótico que antes me dominaban, para no pensar más que en la probabilidad de beber, previendo las delicias de un sorbo de agua, y anhelando apagar aquellas ascuas pegajosas que en mi boca revolvía.
Digo, pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comía el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenía que ver conmigo, a causa que si los días holgaba, las noches no dormía, dándonos asaltos a menudo y tocándonos a arma los lobos; y apenas me habían dicho los pastores: "¡Al lobo, Barcino!", cuando acudía, primero que los otros perros, a la parte que me señalaban que estaba el lobo; corría los valles, escudriñaba los montes, desentrañaba las selvas, saltaba barrancos, cruzaba caminos, y a la mañana volvía al hato, sin haber hallado lobo ni rastro dél, anhelando, cansado, hecho pedazos y los pies abiertos de los garranchos, y hallaba en el hato, o ya una oveja muerta, o un carnero degollado y medio comido del lobo.
Palabra del Dia
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