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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Efecto inmediato. Verán ustedes... Si se le da a un anacoreta, en seguida se pone a bailar». Como la nueva fase del trastorno de Maxi era pacífica, tía y esposa estaban en expectativa. Por las noches no se movía de la cama, y si bien es verdad que hablaba solo, hacíalo en voz baja, en el tono de los chicos que se aprenden la lección.
Lo ruin de su hacienda puso en confusiones a nuestro mozo, que no sabía qué hacer con aquella criatura que la desgracia le había deparado y que por su buen corazón había acogido; llevarla a una posada ser no podía, que las posadas estaban de ordinario llenas de gente mala y licenciosa, y más entonces, que por la empresa que se preparaba contra el turco, había en Sevilla cuatro banderas de infantería, a las que alistados los unos por su amor a las armas y por lo grande del propósito, otros por su necesidad, y muchos por tener la inmunidad de bandera para escapar de las garras de la justicia por desaguisados que habían cometido, acudían a centenares soldados, que se desbandaban por la ciudad y llenaban los mesones y las hospederías, gastando alegremente el dinero que se les daba de enganche; hervía, otrosí, Sevilla de marinería y gente de leva de las galeras que en el Guadalquivir estaban para embarcar la gente que se reclutase, y no podía llevarse a cualquier parte, y dejarla sola, a una doncella tal como Margarita, cuya hermosura era bastante, no ya para excitar a soldado aventurero o galeote dejado de la mano de Dios, sino al mismo anacoreta San Antonio el del yermo.
Nadie dejaría de lamentar su fuga sí él no volvía al lugar; pero si volvía, la compasión se transformaría inevitablemente en burla y rechifla. No quedaría un solo sujeto que no le preguntase con sorna qué había ido a hacer al yermo y por qué lo dejaba tan pronto, arrepentido de ser anacoreta.
Del mismo modo, parece también que la más cristiana de todas las virtudes cristianas, que es la imprevisión espontánea en el salvaje, deliberada en el anacoreta, es reemplazada por la más anticristiana, que es la previsión, con mayor empuje en los pueblos que llegan más tarde a practicarla.
Ahora nos toca decir, con la misma fórmula que emplea el mencionado cronista de la casa, que Carlos V se estableció definitivamente en ella el día de San Blas de 1557, y murió el día de San Mateo de 1558, de modo que permaneció allí, haciendo hasta cierto punto vida de anacoreta, un año, siete meses y diez y ocho días.
Viviendo en la corte más brillante de Europa de aquella época, en comercio inmediato con un Rey ilustrado, entre gentes que también lo eran y conocedoras del mundo, entre galantes caballeros y damas seductoras, ¿era posible que Calderón hiciese vida de anacoreta, y que no le ocurriese ninguna aventura novelesca, ni tomase tampoco parte en ningún desafío? . La dicha del amor afortunado, los tormentos del no correspondido, la rabia de los celos, todos esos sentimientos, que pinta con una verdad tan elocuente, ¿había de conocerlo sólo por intuición poética, y no por su propia experiencia?
Evidentemente si su estado de noviazgo debía prolongarse, no podía continuar aquella vida de anacoreta.
Esa misma noche, al encender el candil que llevaba consigo, y al ir a acostarse sobre un montón de hojarasca, hacia el fondo de la gruta, hallose con el cuerpo momificado de un viejo anacoreta, que apretaba todavía entre sus manos resecas las cuentas del rosario.
Y como estos cimientos estarían tan solos, los hombres de las futuras edades imaginarían que había habitado en aquel alcázar un tirano anacoreta, un monarca misántropo y amigo de la soledad, que había ido a buscar para su vivienda un yermo inhospitable, feo y estéril.
Palabra del Dia
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