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Actualizado: 27 de noviembre de 2025
La presentación es el medio más correcto de conocer y tratar a las personas; pero el Conde no se sentía con la desvergüenza suficiente para ser allí presentado. ¿Escribiría un billete amoroso a fin de entrar en relaciones?
La presencia de Urbási, deslumbradora de hermosura, excitó la admiración de todos. En el alma de Morsamor se avivó con violencia el amoroso fuego. El andar de Urbási más parecía de deidad que de criatura humana.
Con egoísmo amoroso, sólo del amor mutuo que don Paco y ella se tenían, había ella hablado con don Paco. Ya en la calle y separada de él, Juanita volvió a pensar en Antoñuelo y a cavilar en un medio de salvarle sin que nadie le diese auxilio y siendo ella su única salvadora.
Pasó repentinamente de la atmósfera tibia de su casa al fresco de la calle, de la existencia dulce y tranquila que el amoroso cuidado de su madre le hacía observar, a la desarreglada y trashumante de las fondas. El exceso de libertad le hizo daño. Su naturaleza había cambiado bastante desde los diez y seis años.
Si pudiese afirmar o negar... ¡qué gran problema habría resuelto! Lo indudable era que sentía pena por no tenerle allí. ¿Por qué se iría tan pronto? ¿Qué le importaba que aquello se supiese? Juan no era ya a sus ojos el personaje de un ensueño amoroso; debía ser el compañero de su vida, pero sin obligación, sin vínculo forzoso, sin lazo que le sujetase, por propia y complacida voluntad.
Pero se cuidó de ocultar estas impresiones internas, encaminando el diálogo amoroso hacia sus deseos. ¡Vivir juntos!
Lo cierto es que, mientras la esperanzada Cristeta veía posible la realización de su ventura, don Juan, puestos en ella los cinco sentidos con amoroso empeño, tomaba la resolución de buscar a don Quintín para que éste le sacase de dudas sobre si era o no verdad lo del casorio, y pensando en él se decía: «Está visto que ese pobre majadero ha nacido en provecho mío.» Capítulo XVIII
Si te dijese: «En tí tan solo pienso, «Ángel hermoso de cabellos de oro!» Al ver brotar de la pasion el lloro ¿Rechazarías mi amoroso incienso? Si dijese: «Tu imágen solo veo; «Vírgen pura, de rostro de azucena!» Con esa voz que el alma me enajena Me dirías risueña: «No lo creo.»
Consulta bien a tu corazón, haz algo que sea semejante a un examen amoroso de conciencia, y si quedas seguro de que todavía puedes quererla, prepárate a sufrir una gran desilusión y a luchar con la más terca manía que cabe en cabeza humana.
Imaginé posible todavía, cuando no el amor verdadero, fiel, único y sin mancha que pudiese unir mi ser con el de un hombre, un apacible y amoroso afecto que, sin poseer ya la vehemencia del amor juvenil, tuviese su limpieza, su persistente duración y su fidelidad exclusiva. ¿Pero dónde hallar este amigo, este amante, este esposo con quien yo aún atrevidamente soñaba? ¿Cómo podría yo desprenderme de lo pasado para ser digna de ser suya?
Palabra del Dia
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