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Actualizado: 1 de junio de 2025
Sí, sí, era aquello algo nuevo, algo nuevo para su espíritu, cansado de vivir nada más para la ambición propia y para la codicia ajena, la de su madre. Necesitaba su alma alguna dulzura, una suavidad de corazón que compensara tantas asperezas.... ¿Todo había de ser disimular, aborrecer, dominar, conquistar, engañar?».
Se esperaban auxilios; pero los auxilios no venían, porque los destinados a darlos no habían llegado aún a ese grado de candidez en que la ambición cierra los ojos y abre la mano. Para atender a sus gastos, que no había sabido disminuir después de la miseria, Tablas se colocó en el establecimiento de coches de la posada del Dragón, con cuyo dueño tenía amistad antigua.
Indudablemente, pero es una simple aspiración nacional, egoísta en su patriotismo, exclusiva en su ambición, pero que no está revestida, como antes dije, de los caracteres de un principio de justicia, de derecho natural, que sea capaz de imponerse a la América entera.
Mi ambición y todos los planes de mi vida están cifrados en cuidar de mi caudal y en hacerlo mayor en este pueblo, donde quiero que vivan también mis hijos, si Dios me los concede. Por esto pongo un plazo a la contestación que deseo, y suplico a usted que no me la dé precipitada.
La poesía verdadera es la sintesis, la suprema revelacion de la verdad; pero los pueblos que se hallan en la situacion de España, necesitan de espíritus vigorosamente analíticos que escudriñen, revelen y hagan palpar las debilidades de la sociedad. La juventud española tiene bellas cualidades: patriotismo, fe, entusiasmo y ambicion varonil.
Y la ambición de ser ilustre también me invadió poco a poco pero, ¡sabe Dios por qué!
Lázaro tuvo esta pasión: sintió en sí el ardor del patriotismo, creyóse llamado á ser apóstol de las nuevas ideas, y con ardiente fe y noble sentimiento las abrazó. ¿Pero existen estas resoluciones inquebrantables sin mezcla de egoísmo? Egoísmo sublime, pero egoísmo al fin. Lázaro tenía ambición. ¿Pero qué clase de ambición?
Porque no quiero casarme por cálculo; porque aunque quisiese casarme por cálculo, este cálculo de ahora estaría muy mal hecho, y, sobre todo, porque yo por nada del mundo he de aprovecharme de la caballerosidad generosa de ese hombre para cogerle la palabra y satisfacer mi vanidad y mi ambición, ya que amor no le tengo.
Pero, a pesar de mi ambición, os amo, madre mía; no... yo no quiero sino ser vuestro hijo. ¿Qué me importa un nombre? Mi corazón es tan grande como él de un rey... ¿Qué noble ha doblado nunca mi brazo? AZUCENA. Sí, sí. ¿A qué ambicionar más? MANRIQUE. Aún no viene. AZUCENA. Pero sin embargo, estás muy triste... ¿Te devora algún pesar secreto? ¿Sientes tú haber nacido de unos padres sí humildes?
Has querido curarme de mi ambición desesperada. Duro ha sido el remedio. Como quien con hierro candente quema un cáncer, tú has curado el que roía mis entrañas. No sólo te perdono, sino que te agradezco la cauterización dolorosa. Mi sed de poder y de gloria se aquietó y sació con satisfacciones soñadas.
Palabra del Dia
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