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Actualizado: 16 de junio de 2025
Á éste dijo D. Alvaro que contase hasta 250 ó 300 hombres y le avisase. Viendo que eran ya fuera hasta este número, mandó que le llamasen al Capitán Pedro Nicardo, de su tienda, que estaba allí junto, y diciéndole que era fuera á la marina, dijo que le dijesen á él y á un hermano suyo que no se apartasen dél un paso.
Ana se había olvidado del Magistral desde la tarde anterior; ¡ni una vez sola, desde la aparición de don Álvaro a caballo había pasado por su cerebro la imagen grave y airosa del respetado, estimado y admirado padre espiritual! Y ahora se presentaba de repente dándole un susto, como sorprendiéndola en pecado de infidelidad. Por la primera vez sintió Ana la vergüenza de su imprudente conducta.
Antes que cumpliese dos años el primogénito de los Roldanes, logró Calvete enseñarle a pronunciar con la mayor perfección cierto vocablo de tres sílabas en que hay una aspiración muy fuerte. Encantado con su triunfo pedagógico, corrió por toda la casa gritando como un loco: ¡Señor don Alvaro! ¡Ya lo dice claro! ¡El señorito lo dice claro!
D. Alvaro ha perdido gran ocasión, por no hacer lo que todos los capitanes y soldados deseaban, que eran de parecer de salir á pelear con ellos, porque ciertamente los rompían. En este medio el fuerte se reparaba, porque aún no estaba acabado de fortificar, y los turcos comenzaron á marchar al frente; y viendo esto el Sr.
«Tampoco le agradaba a Anita ver a su Álvaro metido en aquellos cuidados domésticos de despedir criadas; y menos encontrarle tan experto en el asunto; todo aquello, de puro prosaico y bajo, era repugnante, pero ¿qué remedio? Álvaro lo hacía por ella, por gozar tranquilamente de aquella felicidad que tantos años de martirio le había costado...».
Don Álvaro al moverse con alguna viveza, dejaba al aire un perfume que Ana la primera vez que lo sintió reputó delicioso, después temible; un perfume que debía marear muy pronto; ella no lo conocía, pero debía de tener algo de tabaco bueno y otras cosas puramente masculinas, pero de hombre elegante solo.
Dudaba don Álvaro si debía en aquella situación atreverse a acercarse un poco más de lo acostumbrado.
Roto el hielo que la sorpresa, más que una prevención injusta, había formado, los bravos y los aplausos se sucedieron sin interrupción a cada párrafo. Jamás los laboriosos, honrados e inteligentes habitantes de Sarrió habían oído hablar tan fácil y pulidamente. Aquel discurso fué la revelación de la vida parlamentaria moderna, según decía Alvaro Peña al disolverse la reunión.
Llegaron él y el señorito Álvaro, a caballo, a escape; tomaron un refresco como usted, y corrieron a San Pedro.... Creo que no habían oído misa y quisieron coger la de la fiesta.... En aquel momento, hacia oriente sonaron estrepitosos estallidos de cohetes cargados de dinamita. Ya están al alzar dijo la doncella.
Es así que se descubrieron las naves que dice D. Alvaro, y que la que saqueó D. Sancho de Leyva estaba metida por el canal una buena milla de donde dieron fondo las galeras, por no saberlo y tener por proa los secanos, donde invistieron algunas, y á D. Sancho le guió Chu Zamuza, arraez de una galeota que había tomado días había en la costa del reino de Nápoles, hombre muy plático de aquellos secanos, y así abordó la nave, que estaba sola, dejada de los moros, al cual siguió el Capitán Suero Feyjó con una galeota mía, y desde donde descubrieron dos galeras de turcos que se iban metiendo el canal adelante, cuanto más podían, hacia la Cántara, que quiere decir puente, por la cual se pasa de la isla á tierra firme; siéndole dicho á D. Sancho por el dicho Capitán Feyjó que se fuese tras aquellas galeras, no lo hizo, mas antes cortaron el cabo que tenía dado la galeota á la nave, y vino el dicho Capitán á la Capitana de Juan Andrea, donde yo estaba, y me dijo todo lo que había pasado.
Palabra del Dia
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