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Actualizado: 28 de julio de 2025
Llevan á la llanura, lo mismo que los aludes, los escombros de las derrumbadas montañas, sin violencia, con paciente esfuerzo de todos los instantes. La obra del ventisquero, tan difícil de apreciar en su secreta continuidad, aunque vastísima en sus resultados, empieza en la cumbre de la montaña, en la superficie de las capas níveas.
Con terror hablan montañeses y viajeros de estas masas de aludes. Así es que numerosos valles, más expuestos que otros, han recibido nombres siniestros, como Valle del Espanto ó Desfiladero del Terremoto, que les dan los dialectos locales. Un valle conozco, terrible sobre todos los demás, en que no entran nunca los acemileros sin llevar la vista fija en las alturas.
Sumérgese el viajero en vertiginoso abismo en el cual se derrumban montones de nieve como colinas; convertido en alud también, se desliza uno sobre los aludes, y ve desfilar al lado, como arrastrados por una tempestad, círculos, quebradas, promontorios. Las mismas cumbres parecen huir por el horizonte, arrebatadas en frenético torbellino, en una especie de galope infernal.
En los días hermosos pueden seguirse de hora en hora, con la mirada, los progresos de la fusión. Después esta misma vertiente descubre sus céspedes y sus rocas; de la caída estival de las nieves no queda más que un corto número de charcos, cada vez más chicos, huella de los aludes en miniatura que llenaron los huecos de los alfoces.
En semejantes masas, las caídas de piedras son un fenómeno normal, como los aludes y la lluvia, y siempre debe mirarse á la cima por si se prepara el desprendimiento. En una región no muy lejana, llamada el país de las ruinas, hay dos montañas que, según cuentan los habitantes, combatieron en otro tiempo una contra otra.
Dentro de algunos meses, cuando el calor haya fundido la nieve y la hayan limpiado los aludes, algún perro de ganado dará con el cadáver y llamará á su dueño con espantables ladridos. En otro tiempo, los restos humanos encontrados en la montaña tenían que descansar para siempre en el sitio donde los había descubierto algún pastor.
Por algo a modo de pudor no excitó a Juanita a que pronunciase el nombre del atrevido. Ella creía saberlo sin que Juanita lo pronunciara. Inquieta doña Inés, procuró investigar lo que más le importaba y dijo: Pero ¿qué cita es esa a que aludes? ¿A qué duelo, a qué singular combate te preparas?
Ya hacia el fin del verano, cuando los torrentes han arrastrado á las llanuras el agua de los aludes fundidos, y los árboles han soltado el peso de la nieve que hacia doblarse á sus ramas, y las mismas matas, calentando el espacio que las rodea, han conseguido deshacer los copos de nieve que las rodeaban, súbito enfriamiento de la atmósfera convierte en nieve los vapores de la montaña.
En primavera, cada quebrada pone de manifiesto ese trabajo destructor: nieves, rocas y aguas bajan de las cimas en aludes, derrumbamientos y cascadas, encaminándose á la llanura. #El ventisquero#
Oyese al mismo tiempo un murmullo sordo que sube de los campos inferiores á través de las nubes arremolinadas; es el ruido de la lluvia ó del granizo, el estrépito de los árboles que se rompen, de las rocas que se hienden, de los aludes de piedra que se desploman, de los torrentes que se hinchan y mugen, destruyendo los ribazos, pero todos esos estruendos diversos se confunden al subir hacia la serena montaña.
Palabra del Dia
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