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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Ya no fueron solamente los redactores del Faro y los tertulios del Saloncillo quienes se entregaban a este noble ejercicio amaestrados por M. Lemaire. También los socios del Camarote, comprendiendo a la postre la importancia de este arte, establecieron, en un almacén contiguo, sala de armas.
Habíalas tan adiestradas que no parece sino que llevaban dentro del cuerpo un almacén de lágrimas; tanto eran éstas bien fingidas, merced al expediente de pasarse por los ojos los dedos untados en zumo de ajos y cebollas. Con frecuencia, así habían conocido ellas al difundo como al moro Muza, y mentían que era un contento exaltando entre ayes y congojas las cualidades del muerto.
Desde el extremo superior de la ciudad, donde se encuentra el vasto astillero de construcciones navales, hasta abajo de la extremidad inferior, donde se halla el almacén de víveres de la marina, el río describe un arco de ocho kilómetros de desarrollo, cuyo lado convexo corresponde á la paute antigua de la ciudad.
Hubiérale á él dejado libre de toda persecución el cabo de mar, y á fe que en poco tiempo, burlando la vigilancia de lo terrestre, se embarba, como él decía, de raqueo; y hasta comprado hubiera el almacén de hierro viejo, máximun de las fortunas, según se creía en el Muelle de las Naos.
En el escritorio y en el almacén aparecieron los primeros mecheros de gas hacia el año 49, y el famoso velón de cuatro luces recibió tan tremenda bofetada de la dura mano del progreso, que no se le volvió a ver más por ninguna parte.
D. Gabriel es un chiquilicuatro sin fundamento, y mi amiga haría muy bien en ponerle una calza al pie. ¿Qué es eso de mirar a las chicas bonitas? ¿Hase visto mayor desvergüenza? Un barbilindo que debiera estar en la escuela o cosido a las faldas de alguna persona sentada y de libras que fuera un almacén de buenos consejos... ¿cómo se entiende?
He pasado varios avisos, y mi encargo no parece. Sr. López, ¿me hará usted el favor de buscar bien en el almacén, de preguntar a los ordinarios y arrieros, de hacer, en fin, cuanto de su parte esté para que parezca ese bulto? ¿Es fruta? No señor. ¿Jamones? Tampoco. Es cosa de poco valor en sí; pero que yo estimo en mucho. Es un saco lleno de tierra.
Uno es sastre del rey de Holanda, otro del de Cerdeña; otro manifiesta una medalla del emperador de Prusia ó de Austria; tal almacen se titula proveedor de María Cristina, como he visto en la calle arrabal de San Honorato. Aquí una tienda de gusto chinesco; allí otra de gusto árabe, persa, griego ó ruso.
Y sin réditos... Luego tú, en cuanto hiciste las paces con el del almacén de vinos, me pagaste... Duro sobre duro. Pues bien: ahora soy yo la que se ha caído: necesito doscientos reales, y tú me los vas a dar. ¿Cuándo? Ahora mismo. ¡Mecachis... San Dios! ¡Como no se me vuelva dinero la chimenea de los garbanzos! ¿No los tienes? ¿Ni tu Comadreja tampoco?
Un profesor de la Facultad, que me había tomado gran cariño, se prestó a curarle. Fue milagro de Dios que me salvara en aquel cuchitril inmundo, almacén de trapo viejo, de hierro viejo y de cuero viejo.
Palabra del Dia
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