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La verdad es que si la civilización era lo que creía don Matías Cepeda: tener un almacén de cacao y de azúcar y otro almacén de chistes y de frasecitas, yo no llevaba camino de civilizado. A veces me daban ganas de dar un puntapié a aquella gente, que después de todo no me servía para nada, y mandar a paseo a don Matías, a su mujer, a la niña y a todos sus amigos y amigas.

El coste del bejuco, petate y trabajo que representa cada fardo asciende á unos 25 céntimos de peso que con el recargo de un 5 más en bulto que puede apreciarse por deterioro de material y tanto por ciento del capital invertido en el almacén, suma un total de gastos de 25 céntimos de peso por fardo.

En aquel almacén de dramas empaquetados se desenvolvió ante , y hube de palparlo, el drama de Arias Limón y sus hermanas, que luego di a la estampa, para entretenimiento de distraídos y ociosos . Me rozaron, asimismo, otros muchos dramas, que se han perdido en el río de sombras y es probable que nunca aborden a una orilla.

Había tenido almacén de maderas, y se contaba que en cierta época les puso los puntos sobre las íes a los pinares de Balsain. Era hombre sin instrucción, y... lo que pasa... por lo mismo que no la tenía gustaba de aparentarla.

Y en efecto, difícil hubiera sido figurárselo detrás de un mostrador, midiendo seda en un almacén o desempeñando otra profesión cualquiera que no fuese la de diplomático o la de soldado, que son, al fin, oficios de magnate.

La portera tenía á esta mujer por alemana, pero ella hacía constar su condición de suiza. Desempeñaba el empleo de cajera en un almacén que no era el de su compañero. Por las mañanas salían juntos, para separarse en la plaza de la Estrella, siguiendo cada uno distinta dirección.

Desaparecían igualmente las altas botas oliendo a sebo, las camisas rojas ceñidas al talle por una cuerda, los gorros de piel, las sacerdotales hopalandas. Todos se mostraban unificados por el sombrero hongo y el terno de lanilla comprado previsoramente en un almacén de Europa. Mujeres y chiquillos eran empujados casi a viva fuerza al baño obligatorio con rudos fregoteos de jabón.

Estando una vez preso por haber practicado un robo en la fábrica de baldosas "La Fe", y respondiendo a alguien que le preguntó si era cierto lo del almacén, dijo: ¿Cómo no?... ¡Si yo vi que los gringos se hacían los dormidos y me aproveché!

Las avisadas doncellas condujéronlos a una tienda con la que tenían relaciones especiales de un tanto por ciento, o tal vez al almacén de la casa contratista.

Creía encontrar una entrada inmunda y vecindad malísima, y era todo lo contrario. La vecindad no podía ser más respetable: en el bajo una tienda de objetos de bronce para el culto eclesiástico; en el entresuelo un gran almacén de paños de Béjar, con placa de cobre en la mampara; en el principal, la redacción de un periódico religioso.