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Actualizado: 17 de junio de 2025


Con sus largos remos, parecidos á poderosas aletas, se producen remolinos en cada lado de la barca y se hace caer como lluvia de perlas las gotas sobre la superficie del agua; á voluntad se abre el líquido en surcos espumosos, y detrás se deja una larga estela donde vibra la luz serpenteando. Desgraciadamente, sobre el arroyo las embarcaciones no se ven con frecuencia.

Ya están quietas las pagodas, ya están quietas cual quelónidos fosfóricos que han plegado sus aletas, escindidas en las ramas de los bosques madrepóricos.

Me siento sin fuerzas. Además, estoy algo borracho. ¿No me lo conoces?... Por fin, una mañana se mostró resuelto: quería verla. Adivinábase cierta preparación en su aseo exterior, como si acudiese a una entrevista amorosa. Iba recién afeitado; ocultaba algo bajo las aletas del macferlán, que parecía menos viejo después de unos cuantos pases de cepillo.

Era el tiburón, boca con aletas, intestino natatorio, que traga con indiferencia muertos y vivos, carnes y maderos, limpiando las aguas de vida, dejando la soledad detrás de su coleo. Este destructor sólo elaboraba en sus entrañas un tiburón único, que nacía armado y feroz, dispuesto desde el primer momento á continuar las hazañas paternas, como un heredero feudal.

En Mindanao encienden en la playa hogueras ó forman hachas con maderas resinosas, con lo que lo atraen á la orilla y entonces el pescador le clava el arpón y lo recoge. El volador, pescado que no excede nunca de una tercia: debido al gran desarrollo de sus aletas se eleva sobre las aguas y vuela un largo trecho.

RAYA A LA CASERA. Después de bien lavada la raya en agua fría, sacado su hígado, que se separa, y cortadas las aletas en pedazos, póngase a cocer en una cacerola o perol con agua, vinagre, cebolla y un poco de sal; se la deja dar dos hervores para que no esté demasiado cocida; sáquese luego y échese en una fuente para pelarla; póngase después en la hornilla con medio caldo; cuando se vaya a servir se escurre, se coloca con su hígado cocido por encima y se rocía bastante con salsa blanca.

¡Qué cambio el de nuestros tiempos, amigo Ojeda! ¡Qué transformación de valores!... El oro y el comercio, que en otras épocas sólo eran para la gente despreciable acorralada en las juderías, reinan ahora como fuerzas directoras del mundo... Y si lo duda usted, ahí tiene al amigo de los bigotes tiesos que nos preside, místico y guerrero como Lohengrin, músico y genial como Nerón, siempre con coraza y casco de aletas, y que, sin embargo pasará a la Historia con el título de primer viajante de comercio de nuestra época.

En estos días tranquilos, suaves, de temperatura benigna, se pueden pasar las horas dulcemente contemplando el mar. Las grandes olas verdosas se persiguen hasta morir en la playa; el sol cabrillea sobre las espumas, y al anochecer algún delfín destaca su cuerpo y sus aletas negras en el agua.

Lo mismo que á nosotros nos encanta el relato de la vida salvaje en la selva virgen, lo mismo sentirán ellos el encanto cuando se les hable del libre arroyo, donde multitud de peces errantes remaban contra la corriente, retozones y alegres, con sus aletas y cola, ó del pez solitario que atravesaba la corriente como un rayo de luz apenas entrevisto, ó bien de las hierbas flotantes estremecidas constantemente por las ocultas multitudes que las poblaban.

Los bailes, los convites y hasta los gustos líricos ó dramáticos buscan recuerdos europeos, y para oir el característico cutang-cutang indio hay que dejar el pueblo. De citar es, sin embargo, los convites chínicos de Daraga en sus días solemnes, por figurar en las mesas de sus festines platos tan originales como los de orejas de ratón, nidos de golondrina, aletas de tiburón y cabezas de culebra.

Palabra del Dia

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