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Actualizado: 18 de julio de 2025


Entonces éste, temeroso de que aun a sus nuevos amigos pareciese sospechosa tal conducta, mortificado por la suposición de que pudieran creer que prolongaba su estancia allí para hacer pagar más caros sus cuidados, y sobre todo aguijoneado por el amor, determinó salir de dudas. Una noche vio que Julia tenía los ojos como puños, de haber llorado.

Esta pregunta, así aislada y ansiosa, podía haber sido una revelación para Fernando; pero no fué sino un motivo de dulce sonrisa, y contestó apacible: Pues tan buena, y tan bonita. Como si Salvador hubiera querido preguntarle únicamente: ¿qué tal dejaste a la novia? Aguijoneado por la impaciencia, y sin saber ya lo que decía, añadió el médico: Habrá sentido mucho tu partida.

Aguijoneado por la impaciencia se desembozaba frecuentemente para mirar el reloj; y pareciéndole que las manecillas estaban inmóviles, se lo aplicaba al oído. De pronto se detenía, y volviendo pies atrás, desandaba parte de lo andado; parábase de nuevo, ávido de oír el acercarse de algún coche..., y nada.

Era un hombre orgulloso, impaciente, herido, aguijoneado por los deseos y las pesadumbres, que caía, de repente, en lo mejor de su vida como un soldado al mediodía de la jornada decisiva, con el corazón henchido de agravios, el alma amargada por la impotencia, el cerebro en plena explosión de proyectos.

El nido lo fabrican en cavernas ú otros sitios libres del paso del hombre; pero el indio, aguijoneado por el interés, lo busca en los sitios donde ya supone que existen, descolgándose á veces de grandes alturas en los acantilados de las costas, suspendidos de delgadas cuerdas de bejuco. La codorniz, aunque algo más pequeña que la de España, abunda en los sitios donde hay sementeras de arroz.

Aguijoneado de esta necesidad, tomó su sombrero y su bastón y se fue a la calle. Ya en la calle, huyendo de toda persona conocida y buscando la soledad, se salió al campo y se internó por lo más frondoso y esquivo de las alamedas, huertas y sendas que rodean la población y hacen un paraíso de sus alrededores en un radio de más de media legua. Poco hemos dicho hasta ahora de la figura de D. Luis.

En vano, aguijoneado por la necesidad, se dirigió á algunos médicos que hablaban francés. No le escucharon, y al insistir en sus peticiones lo pusieron á distancia con rudo manotón... ¡El no iba á perecer de hambre en medio de sus propiedades!

Aguijoneado su amor propio por la frasecita ésta, y no hallando otra salida, se le metió en la cabeza aquello del rapto: una carta, un coche en la esquina, y andando; su casa sería el asilo, su hermana la guardadora y aquí paz y después gloria. Ante razones de tal calibre, tenía el viejo que ceder o reventar.

Entró a la ciudad, y, al cruzar la plazuela de Sofraga, vio en torno a la fuente ocho o diez mozas de cántaro que dejaban correr la hora entre cuentos y decires, la boca llena de risa. Aguijoneado él mismo por la sed, miró como un bíblico milagro aquel fluido abundoso que, surgiendo de la sequiza muralla, empapaba los bordes del pilón y se volcaba por la calleja.

Palabra del Dia

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