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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Á cada golpe que tira le enrojece un chorro negro de hirviente sangre que brota de cien heridas á un tiempo; y ella, extendidos los brazos, de ansiedad y espanto trémulos, agitado el corazon, que quiere saltar del pecho, más y más á Ataide siente en el voraz pensamiento.
Quien desea pensar bien, es preciso que se acostumbre á estar mucho sobre sí, recordando continuamente esta importantísima verdad; es necesario que se habitúe á concentrarse, á preguntarse con mucha frecuencia: «¿tienes el ánimo bastante tranquilo? ¿no estás agitado por alguna pasion que te presenta las cosas diferentes de lo que son en sí? ¿estás poseido de algun afecto secreto que sin sacudir con violencia tu corazon le domina suavemente, por medio de una fascinacion que no adviertes?
Muéstrase muy agitado; va desde la alcoba al salón, desde el salón a la cocina, donde todo está preparado para el te, y desde la cocina al recibimiento. Está soberbiamente vestido con un pijama de seda azul, que pondría en peligro las mejores digestiones. Habla consigo mismo, como suele hacerse en las obras del antiguo repertorio.
No; me haría mal; ¡uf!... estoy muy agitado... qué calor tan espantoso... ¡Si creía que no llegábamos nunca! Siéntate aquí, mientras te traen el almuerzo. ¡Apúrese, José! Y cuenta, ¿qué ha pasado?...
Hablaba Diógenes pálido y agitado, con el tono iracundo que solía usar cuando hablaba de veras, y levantándose de repente de la mesa, entróse por un cobertizo que iba a parar en las cuadras; viéronle, a poco, salir lívido más bien que pálido y dejarse caer como sin fuerzas en un banco de hierro que bajo los arcos estaba: con grandes ansias y sudores había arrojado en un rincón de la cuadra lo poco que había comido.
Ahora que estás agitado por una pasion, señoreado por tus afectos, juzgas de esta manera, y tu juicio te parece acertado; pero si con la imaginacion te trasladas á una situacion diferente, si supones que ha trascurrido algun tiempo, ¿conjeturas si las cosas se te presentarán bajo el mismo aspecto, con el mismo color?»
En cuanto llegó a casa se metió en la cama, con una fiebre altísima. Ya está descifrado el enigma, padre Gil dijo D. Álvaro desde su butaca viéndole entrar. La sonrisa con que acompañó estas palabras era tan contraída y extraña que daba frío. ¿Qué enigma? preguntó el P. Gil, un poco agitado por el presentimiento de alguna desgracia.
Aprovechando la ocasión en que los demás hablaban entre sí, me dijo en voz baja: Don Seferino, si alguna vez le hase farta un hombre..., ya sabe usté..., ¡un hombre!..., cuente usté conmigo. Aunque había cierta vaguedad en él, acaso por esto mismo me hizo profunda impresión el ofrecimiento. Eso de necesitar un hombre ¡era tan enérgico! Dormí aquella noche bastante agitado.
El mar estaba agitado, «venía mucha agua», según la expresión de los viejos marineros de la playa, y los conductores de las lanchas ocupadas por los ruiseñores exóticos iban a poner a prueba su habilidad. Al menor descuido la ola estrellaba la embarcación contra las rocas o el muelle y el mundo perdía algunos millares de sis bemoles.
La vida humana se asemeja a un mar agitado: una ola sigue a otra, desde el antiguo al nuevo mundo, y nada puede detener este movimiento eterno.
Palabra del Dia
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