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Actualizado: 21 de junio de 2025


Simón aguantó esta acometida al pecho, con la imperturbabilidad de un soldado ruso; y como si el golpe nada tuviera que ver con él, dijo a su señora compungiendo bastante la voz: ¡Cuántas veces previne al difunto señor marqués y a la también ya difunta señora marquesa, que cierto sistema de gastos llevaba los caudales a las manos de los usureros, y que caer en estas manos era punto menos que caer en una lumbre!... Después, quisiera yo que recordara la señora lo que costó la irremediable desgracia de su igualmente finado esposo: allí quedó mucho entre los escombros, y casi otro tanto en poder de la justicia, que no deja de ser fuerte de manos para agarrarse al dinero.

Pero notaba yo que no se valía más que de un brazo para agarrarse, y no sacaba el otro hacia el remo, ni le movía para ayudarse. «¡Anade y atráquese le gritaba yo, hasta que llegue á darle una mano, que dispués ya podrá agarrarse á la lancha!. ¡Qué más quisiera yo que poder anadar, retiña! me respondió. Pues ¿por qué no puede? Porque me jalan mucho los calzones.

La cosa no paró aquí: de sus espinas que escarbaban y querían agarrarse, se subdividió una, convirtiéndose en triple pinza, verdadera áncora de salvación que secundaría á la ventosa si ésta se aplicaba mal á una superficie poco lisa.

Adivinaba que, viendo de nuevo á Judith, hubiese pasado por todo, se habría sometido á una situación envilecedora, á cambio de conservar algo de la antigua ilusión, una sombra de felicidad á la que agarrarse. Se hizo un largo silencio.

Con habilidad suma dio principio al desarrollo de su plan, comenzando por exponer la vocación de Lilí, anhelo de su corazón, esperanza dulcísima de su alma, que estaba ella dispuesta a apoyar con todas sus fuerzas, aunque hubiera que luchar con las serias dificultades que había de poner Fernandito; hábil estaquita esta última que plantaba desde luego la taimada, para agarrarse a ella más tarde y destruir, cuando hubiera logrado su objeto, los santos planes de la niña.

En la calle de la Ruda tuvo que agarrarse del brazo de Isidro para poder andar sobre el asfalto resbaladizo, cubierto de hojas verdes, paja mojada y escamas de pescado. Mujeres de delantal mugriento, abombado por la voluminosa panza, pregonaban el buen repollo y la fresca escarola.

No tenía allí un blando lecho de pólipos y de algas como los esquinos del mar de las Indias, que están dispensados de industria. Encontrábase frente á frente del peligro, de las dificultades, como el Ulises de la Odisea, el cual, arrojado, traído por el oleaje, prueba de agarrarse á las rocas con sus uñas ensangrentadas.

Así lo pensaba el banquero, aunque lo dijo de otro modo con una copa en la diestra, y la zurda en la patilla de este lado. Estuvo menos infeliz que de costumbre en el «meerooodeo» de recursos oratorios para llenar su cometido. Sólo dos veces sacó a plaza a los meeroodeadoores, y no llegaron a tres las en que necesitó agarrarse a su muletilla para terminar un período.

Le tembló la mano á causa de tales emociones, y Ra-Ra tuvo que apretar sus piernas sobre el dedo que le servía de asiento y agarrarse á él para no caer. Como Gillespie deseaba olvidar su propia situación, siguió haciendo preguntas para conocer toda la historia del pigmeo.

A este bachiller Carrascosa, que así se llamaba, iba a agarrarse nuestro Miguel, si era, se repite, que no le había agarrado la justicia, a fin de que dónde iba y dónde vivía le dijese, aquel irreconciliable enemigo de amor de su bella indiana; y ya apretaba los dientes y crispaba el puño Cervantes, ante él creyéndose en algún apartado sitio donde le llevase, y a sus pies le viese ensangrentado y muerto de alguna buena estocada, y a su doña Guiomar alegre y tranquila al verse libre de aquella su pavorosa y eterna pesadilla; y con estas imaginaciones, y sin pensar en las cuentas en que con la justicia iba a meterse tan sin vacilación ni empacho, íbase embraveciendo Miguel, y crecía tanto en su pecho su amorosa llama, que harto claros indicios de ello daban la brava y siniestra mirada de sus ojos, y el ardoroso aliento que de su pecho salía.

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