United States or Mauritius ? Vote for the TOP Country of the Week !


Abu-el-Casín, entretanto, al encaminar tantos magnates hacia el Alcazaba, decía regocijado: ¡Qué tasia, qué tiro tan estupendo de sabiduría y de inteligencia! Sólo un Ben-Farding, rey de la locura, puede tener tal idea; pero sólo yo, agradable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana, puedo dar vida a tal pensamiento, puedo llevarlo a cabo, puedo realizarlo con todas sus consecuencias...

Era ya anochecido cuando aquella segunda procesión entraba en la Alhambra, sirviéndole de bastonero el agradable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana, quien, pasando a la estancia en que sobre su solio aguardaba el Sultán, le dijo a éste, tocando antes diez veces la tierra con su frente: Príncipe de los creyentes, ya llega el loco sobre los lomos de la sabiduría.

Ahí está justamente el caso respondió el amable capitán de la guardia africana . El no se opone a aparecer ante la noble presencia del Príncipe de los creyentes; pero dice que él no puede separar a su voluntad ni por un instante de la lentísima tarea en que se encuentra afanado en dulce calma ya hace siete siglos.

Al observar las fisionomías marsellesas, el viajero no puede ménos que advertir que en las arterias de este pueblo hay mucha sangre africana. Si bien es cierto que todos los Marselleses entienden y hablan pasablemente el frances, solo la parte superior de la sociedad lo habla bien y con frecuencia.

Menos. ¿Es por virtud de las comunicaciones marítimas? Ellas solo favorecen directamente á los pueblos de las costas. ¿Es por la infusión de la sangre africana en la raza primitiva de España? ¿Es porque las instituciones de la feudalidad, del absolutismo posterior y del catolicismo romano no pudieron implantarse en las Andalucías tan hondamente como en las Castillas?

Terminada la romanza, empezó el aria del cuarto acto de La Africana.

En efecto, el amable capitán de la guardia africana entró primeramente en el colegio que con grande apariencia y anchas escuelas y jardines de apartada soledad y propios para el estudio, se miraba edificado a las orillas del fertilísimo Darro.

En tanto, solázate conmigo en ver a esos wazires y cadíes, que nos mandan y nos fustigan, y a esos vocingleros oradores, escritorzuelos y poetas que nos engañan y entontecen, cómo van en recua porteando sobre sus lomos la locura y lo que es peor, bajo la agradable dirección del amable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana.

Estas viviendas se repetían en todos los puertos del Mediterráneo, como si fuesen obra de la misma mano. Ferragut las había visto de niño en el Grao de Valencia, y todavía las encontraba en la Barceloneta, en los suburbios de Marsella, en la Niza vieja, en los puertos de las islas occidentales, en las marinas de la costa africana ocupadas por malteses y sicilianos.

Entregose con rabia, con pasión desenfrenada a los placeres que brinda Madrid a una joven forastera, rica y hermosa. Vivió dos meses en la embriaguez de los teatros, de los paseos en coche, de los grandes saraos y conciertos. Acometida súbito de una alegría nerviosa, parecía feliz enmedio del ruido y el tumulto de la sociedad, donde empezó a conocérsela por el sobrenombre de la Africana.