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Actualizado: 15 de noviembre de 2025
Pero, de todas maneras, paréceme que no presto ingrato servicio á los aficionados á este género literario, haciendo llegar hasta ellos, bajo la forma de notas á la edición alemana, parte de los materiales recogidos.
En suma, y a fin de terminar este artículo ya sobrado extenso, diré que, precaviéndonos bien para no inficionarnos con alguna herejía o para no exponernos a ir a parar en un manicomio, como Nietzsche o como Augusto Comte, harán muy bien los aficionados a la lectura en comprar y en leer cuantos tomos han salido ya y vayan saliendo de la biblioteca del Sr. Serra.
Esperemos que suceda lo propio a mis compatriotas aficionados a libros, a fin de que compren y lean éstos sobre los que ahora voy discurriendo. Otro peligro hay, contra el cual no veo reparo ni cautela que esté de sobra.
¡El primer matador del mundo!... Y aquí estoy yo, para el que diga lo contrario. El resto de la corrida apenas llamó la atención. Todo parecía desabrido y gris tras las audacias de Gallardo. Cuando cayó en la arena el último toro, una oleada de muchachos, de aficionados populares, de aprendices de torero, invadió el redondel.
Ya que ha terminado casi la era de los grandes descubrimientos geográficos y se conoce la tierra en su conjunto, salvo en algunos trechos, numerosos viajeros, obligados á contentarse con gloria menor, dispútanse la honra de ser los primeros en subir á montañas aun no visitadas. Hasta á Groenlandia han ido á buscar cimas desconocidas los aficionados á ascensiones.
Y él, apoyado en la barrera, sonreía satisfecho de su fuerza, repitiendo a todos: Muchas grasias. Se hará lo que se puea. No sólo los entusiastas mostrábanse esperanzados al verle. Toda la gente fijábase en él, aguardando hondas emociones. Era un torero que prometía «hule», según expresión de los aficionados; y el tal hule era el de las camas de la enfermería.
Acordaronle la muerte desdichada de Manfredo, y la afrentosa de Coradino, facilitaronle la venganza con ayuda de los pueblos de Sicilia, tan aficionados á su nombre y enemigos del de Francia.
En otro tiempo había sido uno de los más bravos aficionados, aunque nunca había querido torear en público. «Eso no es más que una guasa, ¿sabe usted?», me decía en tono desdeñoso. Lo que le placía, aun hoy, era tentar y derribar toretes en sus fincas y en las de sus amigos, montar buenos caballos, cazar venados y cochinos en el monte. Otras cosas sabía yo que le gustaban tanto o más que todo esto.
Unos se hacen vecinos y se dedican a coristas endémicos para todas las óperas y zarzuelas que haya que cantar, y otros consiguen un beneficio en que ellos pasan a primeros papeles y, ayudados por varios jóvenes aficionados de la población representan alguna obra de empeño, ganan diez o doce duros y se van a otra provincia a tronar otra vez.
Irriteme: el cielo es testigo que yo no había nacido para periodista; pero las circunstancias me pusieron la pluma en la mano: hice artículos contra aquel gobierno; y como entonces era uno libre para pensar como el que estaba encima, recogí varias estocadas de unos cuantos aficionados, que se andaban haciendo motines por las calles.
Palabra del Dia
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