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En el espejo pudo ver Fortunata la cara pálida y contraída de Maxi, cuya susceptibilidad nerviosa se manifestaba en un movimiento vibratorio de cabeza, la cual parecía querer arrancarse por misma del tronco. Disculpose ella como pudo; pero él, en vez de calmarse, siguió quejándose de que le mortificaban adrede, de que se proponían acabar con él.

Al fin, de miedo de que me le diesen, que ya me tenían los cordeles en los muslos, hice que había vuelto, y por presto que lo hice, como los bellacos iban con malicia, ya me habían hecho dos dedos de señal en cada pierna. Dejáronme diciendo: ¡Jesús, y qué flaco sois! Yo lloraba de enojo, y ellos decían adrede: -Más va en vuestra salud que en haberos ensuciado. Callá.

Decía las oraciones en latín adrede por fingirse inocente, de suerte que nos despedazábamos de risa todos. Tenía otras habilidades; era conqueridora de voluntades y corchete de gustos, que es lo mismo que alcahueta; pero disculpábase conmigo diciendo que le venía de casta como al rey de Francia sanar lamparones.

Los ojos eran azules, oscuros, hermosísimos; la boca un poquito grande, como hecha adrede para que se admirasen bien los dientes; el color trigueño claro; las facciones delicadas; las orejas chicas; la expresión de la fisonomía entre seria y picaresca; en conjunto, un tipo popular realzado por una elegancia y dignidad exquisitas.

Y en esto yo siempre le llevaba por los peores caminos, y adrede, por le hacer mal y daño: si había piedras, por ellas, si lodo, por lo más alto; que aunque yo no iba por lo más enjuto, holgábame a de quebrar un ojo por quebrar dos al que ninguno tenía.

Decía las oraciones en latín adrede por fingirse inocente; de suerte que nos despedazábamos de risa todos. Pensará vuestra merced que siempre estuvimos en paz; pues ¿quién ignora que dos amigos, como sean codiciosos, si están juntos se han de procurar engañar el uno al otro? Sucedió que el ama criaba gallinas en el corral; yo tenía gana de comerla una.

He dicho que los daños en este punto son de mucha trascendencia, porque suelen adolecer de semejante defecto los autores profundos y sentenciosos; y como quiera que sus palabras se escuchan con tanto mas respeto y acatamiento, cuanto es mas fuerte el tono de conviccion con que se expresan, resulta que el lector incauto recibe como axioma inconcuso, ó máxima de eterna verdad, lo que á veces no es mas que un sueño del pensador, ó un lazo tendido adrede á la buena fe de los poco avisados .

No lo hice adrede... comenzó á decir el mocetón, á la vez que Simón prorrumpía en sonoras carcajadas. ¡Por el filo de mi espada! exclamó. Fanfarrón más insoportable no espero volver á verlo en mi vida. Se negó á comer y beber con nosotros y aun á dirigirnos la palabra.

Y como natural consecuencia de esto, aunque no se hablaron con la libertad de antes, no por eso dejaron de verse y hablarse con frecuencia, ora en la fuente, ora en los prados, ora en algún camino donde se tropezaban adrede. Andrés espiaba con afán las salidas de Rosa, se emboscaba detrás de los árboles, y en cuanto la veía sola, ¡allá voy! corría a emparejarse con ella.

Precisamente junto al oratorio había una gran sala con excelentes luces, en otro tiempo palomar, que ni hecha adrede sería mejor para aquel objeto. Con tanto brío se restregaba las manos Bringas, que poco faltó sin duda para echar chispas de ellas. «Vamos bien, bien. Vea yo, y verán todos mis obras...» era lo que sin cesar decía. Inútil creo decir que Rosalía estaba también muy alegre.