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Actualizado: 14 de junio de 2025
Terminóse al fin el almuerzo y Currita salió del comedor del brazo de su prima, llevando en la mano un platito de porcelana con migas de pan, para dar de comer a los pececillos de colores que en una magnífica pecera de cristal y bronce dorado adornaban una de las galerías... La enamoraban a ella aquellos animalejos de colores tan brillantes, y la pesca era, entre los placeres del sport, el que más emociones le causaba.
Recuerdo que en una conferencia que dio sobre Guatemala, con el propósito de reunir y vincular a los latinos residentes en Nueva York, tomó como tema las flores y los pájaros que adornaban el sombrero de una señorita allí presente, y sobre él hizo la pintura más hermosa que jamás haya leído de la naturaleza y de la sociedad centroamericana.
Y pensando esto, su mirada iba instintivamente hacia el mármol de una consola, donde antes se exhibían unos magníficos candeleros de plata guardados ahora en el Monte de Piedad; y miraba igualmente los cromos baratos que adornaban las paredes del salón, sustituyendo a dos grandes cuadros heredados de su padre, obra de Juan de Juanes, por los cuales le habían dado lo preciso para vivir durante un mes.
Yo tenía cierto orgullo en aquella estancia, en que reuniera todo lo que poseía de mayor valor y más hondo afecto, y no era la primera vez que desde mi butaca paseaba la mirada sobre los muebles y cuadros que la adornaban. Rafael también gustaba de aquella colección y la elogiaba a menudo, de manera que no me sorprendió verlo recorrer con la vista aquel abigarrado conjunto de objetos.
Sobre la cama caían cortinas de flores encarnadas, semejantes a las que habían abrigado mis primeros sueños de niña; en el borde de la ventana había geranios y artanitas que yo siempre cultivaba; adornaban las paredes algunos cuadros sobre los cuales mis miradas descansaban en otros tiempos al despertarme, y en los estantes encontré los libros en que había aprendido las primeras nociones del amor.
Adornaban la elevada campana de la chimenea ristras de chorizos y morcillas, con algún jamón de añadidura, y a un lado y a otro sendos bancos brindaban asiento cómodo para calentarse oyendo hervir el negro pote, que, pendiente de los llares, ofrecía a los ósculos de la llama su insensible vientre de hierro.
Esto vale más que todas las estampas con lunas, lagos, amantes y otras macanas que mi «romántica» pone en las paredes para que críen polvo. Y señalaba los diplomas honoríficos que adornaban el escritorio, las copas de bronce y demás bisutería gloriosa conquistada en los concursos por los hijos de su pedigrée.
Así continuaron las cosas muchos años, apesar de los edictos de 1754, 1757 y 1758, siendo inútiles cuantos esfuerzos se hicieron por obligar á respetar el alumbrado, que siguió constituído únicamente por los farolillos que adornaban las cruces y retablos, que sostenían sus hermandades y cofradías.
Aún le pareció poco esto, y levantó sus ojos para contemplar con agresiva curiosidad los retratos que adornaban las paredes. Entonces pudo darse cuenta de la gran transformación que acababa de realizarse en el bar. Casi todos los parroquianos habían desfilado silenciosamente durante su lectura.
Como soy ignorante en botánica, no podré decir con exactitud qué plantas eran las que tan profusamente lo adornaban, pero me parece que las que crecían en el viejo bote de petróleo eran azáleas, y estoy seguro que había hortensias en una barrica, geránios en varios cacharros desportillados, y «no-me-olvides» en una lata de sardinas.
Palabra del Dia
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