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Actualizado: 14 de julio de 2025


La Condesa ansiaba que la abandonase, que se casase ya, y que, hecho todo un padre de familia, se mezclase en la política de su país y fuese un hombre de Estado. La Condesa era una gran señora en toda la extensión de la palabra y muy al gusto antiguo. Estaba más cerca de los cincuenta que de los cuarenta años, si bien conservando no pocos restos de su en otro tiempo admirada hermosura.

Colócase en el cuello el pañuelo que tenía anudado en la cabeza, y sus cabellos rizados y en desorden, que caen sobre la frente y la nuca, se ponen a flotar al viento, felices por haber recobrado la libertad. La mirada de Juan se detiene admirada sobre la belleza fresca y virginal de aquella joven, que tiene las maneras de una niña sencilla y traviesa.

Empezó á registrarse lo mismo que ella, aunque tenía la certeza de que la rebusca era inútil. De pronto sonrió triunfante. Toma el alfiler. Era el de su corbata; una perla famosa, muy admirada por las mujeres, y que no había querido dar nunca, por ser regalo de la princesa Lubimoff. Tuvo que encargarse él mismo de arreglar la rotura de la espalda, suspirando de angustia.

No sabía con certeza el mismo Desnoyers en qué podía consistir esta seriedad tan admirada por su patrón, pero experimentó un secreto orgullo al verle agresivo con todos, hasta con su familia, mientras tomaba al hablar con él un tono de rudeza paternal.

Donde viene de repente, donde la rigidez del invierno la hace más deseable, es donde se muestra con más pompa y estruendo, donde da más alta razón de , donde resplandece más benigna en el trono de su gloria, donde más se la admira y donde merece ser más admirada. El hielo que cubre los ríos se quebranta, se rompe, y baja en gruesos témpanos hacia la mar con descompuesta furia.

¡Hija, qué peste de chica! exclamó impaciente la mayorzuela al verla a su lado otra vez . ¡Ni aunque fuera de engrudo! ¡Así ella se pega! observó la más cachazuda. ¡Si el otro día la vi yo limpiarse las narices con la enagua! dijo muy admirada la delgadita, sonándose las suyas con los dedos. ¿Vamos a arañarla? propuso la nerviosa, crispando los suyos.

María Teresa pensaba tristemente: ¿Será solamente por estos dones exteriores por los que me ama? Y se preguntaba algo ansiosa: ¿Sentiría el mismo placer en estar conmigo si yo no estuviera tan bien vestida? No experimentaba gran satisfacción en ser rica, elegante, admirada. En el fondo de su corazón, habría preferido que Huberto le demostrase su cariño de otra manera.

Mirándola estaba Luscinda, no menos lastimada de su sentimiento que admirada de su mucha discreción y hermosura; y, aunque quisiera llegarse a ella y decirle algunas palabras de consuelo, no la dejaban los brazos de don Fernando, que apretada la tenían.

Hace frío, , por cierto, mucho frío. Tenemos que hablar largamente. Mientras que la duquesa de Gandía cierra las puertas, toda admirada y toda cuidadosa, examinemos al rey, que se había sentado junto al brasero y removía el fuego aspirando su calor con un placer marcado.

Jacobo, herido en su vanidad, derrotado en sus planes, revolvíase furioso al verse cogido en sus propias redes, mientras la marquesa, muy sorprendida y admirada, preguntábale sin perder un punto de su aparente ingenuidad y su señoril aplomo: ¿Pero por qué no quieres firmar?... ¿Qué encuentras en ello de malo? Porque..., porque..., porque firmar eso, es renunciar a mi dignidad de marido.

Palabra del Dia

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